Dice López Obrador, que respondió ayer mismo a las caravanas en las que miles de manifestantes demandaron su renuncia, que en lo que a él respectaba en este país estaba garantizado el derecho a la manifestación, que es cierto, hasta ahora, y a disentir, lo que es ya más cuestionable cuando la semana pasada el mandatario leyó ese documento de origen y veracidad desconocidas donde le puso nombre y apellidos a sus adversarios, convertido en enemigos y demandó a los mexicanos estar con su proyecto, pues de lo contrario estaban en contra lo que él dice encarnar.
También dijo el mandatario que él no está construyendo una dictadura, lo que bajo cierta óptica puede también resultar creíble, pues lo que él hace es desmontar a pasos agigantados la división de Poderes y todo el andamiaje construido en las décadas recientes para que el jefe del Ejecutivo tenga contrapesos, control sobre sus decisiones y esté obligado a la rendición de cuentas, de tal manera que sin estar necesariamente construyendo un régimen autocrático si se puede afirmar que está desmontando la democracia.
Los organizadores de las caravanas del domingo aseguran que esta segunda convocatoria fue exitosa y que, según sus cuentas, seguramente alegres e infladas, estas manifestaciones reunieron a un millón de personas, que parece exagerado y que aun en caso de ser cierto resulta insuficiente para que en Palacio, donde son impermeables a las opiniones ajenas, piensen que existe un verdadero rechazo al rumbo emprendido por AMLO, quien como sea fue votado por 30 millones de ciudadanos.
Los recientes ejercicios de las casas encuestadoras, en las que se pide la opinión general sobre la gestión presidencial, hablan de que, cruzando resultados, algo así como el 51 por ciento de los mexicanos reprueba al mandatario, sobre todo en la manera en que ha gestionado la pandemia, la conducción de la economía y la inexistente estrategia de seguridad, resultados que, dicen los analistas, causaron ya nerviosismo en el Palacio Nacional, donde luego de ver lo del pasado domingo se sentirán un tanto más tranquilos.
Esto demuestra que los habrá que reprueben la labor del mandatario e incluso los que le votaron y a estas alturas se arrepienten de hacerlo, pero que de cualquier manera no están dispuestos a más que manifestar su censura o su decepción, pero poca cosa más, con la salvedad de usar las redes sociales para sus desahogos, lo que seguramente saben bien el mandatario y su entorno.
Por lo demás tampoco se puede simpatizar con el tono golpista de las protestas, que no demandan rectificaciones, sino que apelan a la dimisión del mandatario, llegando a extremos tan burdos como el que representa una pancarta que se vio en la caravana local el domingo y que rezaba “regresemos al México fifí”, lo que claramente indica que hay posiciones entre los opositores de AMLO que resultan insostenibles y que por lo demás demuestran que muchos, de acuerdo o no con el presidente, no acaban de entender el porqué de su triunfo abrumador de hace dos años.