Ciudad Juárez (México), 17 ago (EFE).- Delante de las cenizas de sus padres asesinados en la masacre racista en El Paso, las tres hijas del matrimonio Cerros-Regalado lanzaron este sábado un mensaje conmovedor de respeto a todos los humanos en el púlpito de la misa funeral.
Lo hicieron bajo la atenta mirada de José Guadalupe Torres, obispo de Ciudad Juárez, estado mexicano de Chihuahua, y de cerca de un millar de personas que abarrotaron la iglesia.
«Lamentamos mucho este hecho. Lo único que nos gustaría a nosotros que somos padres es que eduquemos a nuestros hijos de una manera que sepan que todos somos iguales, que respeten a todo el mundo, no importa el color, el universo socioeconómico. Somos iguales, iguales. Tratemos a la gente con amor», imploró con la voz entrecortada Sandra Ivonne, de 45 años.
El matrimonio juarense formado por Sara Esther Regalado Monreal, de 66 años, y Adolfo Cerros Hernández, de 68, quienes llevaban más de 46 años casados, murió en la mayor masacre reciente contra latinos en Estados Unidos ocurrida el 3 de agosto en El Paso, Texas, la ciudad vecina de la mexicana Ciudad Juárez.
En este ataque racista fallecieron 22 personas y otras 24 resultaron heridas. Ocho de los fallecidos fueron mexicanos, cinco de ellos de Ciudad Juárez, que habían cruzando la frontera para comprar en Estados Unidos.
«Esperamos que este lamentable hecho, todas estas víctimas, abran corazones para que no vuelva a suceder. Les abrazamos con cariño y amor», subrayó esta ingeniera de sistemas que se siente orgullosa de su cultura.
El obispo Torres, que celebró la misa funeral en la iglesia de Mausoleos de Luz Eterna en Ciudad Juárez, animó a los presentes «a continuar con las semillas de amor que sembraron (…) y agradecer todo el amor y toda la luz que dieron».
«Este acontecimiento nos anima a convertirnos, a respetarnos, a ser justos, a amarnos», añadió.
Muchos de los presentes conocían al matrimonio por su amor, que se inició cuando eran adolescentes. Adolfo, nacido en la ciudad de Aguascalientes, emigró solo a Ciudad Juárez cuando tenía 15 años. En la colonia Anáhuac, cercana al centro de la ciudad, conoció a quien se convirtió en su compañera de vida.
Este hombre trabajador y jovial sacó adelante a su familia como comerciante.
Sus hijas, la ingeniera Sandra Ivonne, la contadora Ana Lilia y la psicóloga educativa Cynthia Patricia portaron en sus manos las cenizas de lo que fueron sus padres, Las tres vestidas de blanco.
Unos asistentes lloraban, otros se abrazaban, en un velatorio y funeral emotivo lleno de esperanza y de amor, rociado por decenas de arreglos florales y coronas.
«Eran unas personas que irradiaban energía bonita, personas muy queridas. Todo los que les daban a sus hijas, me lo daban a mí», recuerda su sobrina Verónica Regalado, 45 años, supervisora de aduanas para una empresa.
«Fueron los momentos más angustiosos; por más de día y medio los estuvimos buscando», añade.
El esposo de Ana Lilia recuerda emocionado que el día en que supieron que sus suegros habían sido asesinados por un joven supremacista blanco su compañera de vida le dijo: «Tenemos que amar mucho a nuestro hijo, tenemos que darle todo el amor y enseñarle a ser un buen ser humano. Debemos enseñarle buenas maneras y buenos valores para que sea un hombre de bien».
Dos fotografías del matrimonio cuando eran jóvenes acompañaron las urnas con las cenizas. Cuando llegó la hora de despedirse, lois asistentes caminaron hacia un jardín hermoso y lanzaron globos blancos. Antes hubo unas palabras de sus hijas, también de amor.
El mismo sentimiento se vivió el viernes en otro funeral celebrado en El Paso por otra víctima, Margie Reckard, de 63 años.
Su viudo, Antonio Basco, que no tiene muchos familiares, invitó a toda la comunidad a un funeral público al que acudieron cientos de desconocidos, algunos de los cuales viajaron desde diversas partes de Estados Unidos, conmovidos por esa historia de amor que comenzó hace veinte años. Y terminó por el ataque de un racista.