Con la atención general puesta en la pandemia y en los graves efectos económicos que ésta está provocando en todo el planeta, hay otros asuntos graves y críticos, todos de primer orden, que se han salido de foco, como si las crisis en curso los hubiera borrado, una circunstancia que desafortunadamente no ha sucedido, pues se trata de problemas que están allí y nos siguen afectando, aun distraídos como estamos todos desde mediados de marzo.
Uno de ellos tiene que ver con el creciente déficit democrático que, justo aprovechando la pandemia, las mayorías de MORENA quieren ahondar más, siguiendo instrucciones de su único líder, quien hace días pretendió usar justo su fuerza en el Congreso para debilitar al Legislativo, un intento que fue abortado de última hora, pues la voz de Porfirio Muñoz Ledo llamó la atención de los que andaban más que distraídos, aunque el antecedente de que se trata de dinamitar por donde se pueda el equilibrio de Poderes quedó ya manifiesta.
Otro asunto que ni por asomo pasa a segundo plano, en cuanto que sigue debilitando al Estado y golpeando a la sociedad, es la violencia, pues justamente la emergencia sanitaria ha servido para que la menor presencia de la fuerza pública, no sólo permita a los criminales actuar a sus anchas, sino que los ha llevado a manifestarse desafiantes e incluso a cubrir funciones que el Gobierno no realiza, como pasó con el asunto de la entrega de despensas y apoyos de grupos delincuenciales. La tibia respuesta de AMLO a estas acciones, en el tono ya cansino de mejor pórtense bien, parece que ha dado nuevos bríos a estos grupos del crimen organizado, que siguen operando a sus anchas y sembrando zozobra en territorios que parecen estar bajo su control.
Mientras que la actividad criminal en el mundo se ha reducido al quedar reducida la movilidad, aquí los datos nos hablan de un leve descenso de delitos en las primeras jornadas de la emergencia, luego la presencia de estos grupos repartiendo apoyos y después de eso muchas manifestaciones de que la escalada violenta continúa y que la inacción ha sido la respuesta, lo que nos dejará ante un panorama desolador cuando pase la actual situación, que grave como es debe ser pasajera. Recién conocimos la cifra sobre los asesinatos perpetrados en nuestro país en el pasado marzo, que luego de unos meses de relativa estabilización, volvieron a aumentar y representan una nueva marca, pues en ese mes se contabilizaron 3 mil 78, para ser el mes más violento no sólo de la actual administración, sino de toda la historia reciente de nuestro país. Sin contar los datos de abril, donde la masacre no dio señales de disminuir, hasta el 31 marzo se sumaban ya para todo el territorio 8 mil 585, con una media de poco más de 95 asesinatos u homicidios dolosos, como quieren hoy llamarlos, cada jornada, cifras que siguen al alza como parte de un fenómeno que debe ser
visibilizado, aunque ahora mismo la atención está en otro lado, pues la pandemia no debe impedir que la demanda de un país sea la paz. El resto es demandar para ello una estrategia, una que restablezca la necesaria contención y castigo de los criminales, una que garantice la seguridad en todo el territorio mexicano, la no existencia de zonas sin ley, una que en definitiva no está funcionando porque sencillamente no parece existir.