Madrid, 24 abr (EFE).- Hace dos días fallecía uno de los miembros fundadores de Les Luthiers, Marcos Mundstock. Y hoy sus compañeros han querido rendirle un sentido homenaje en un largo y emotivo texto, al que ha tenido acceso Efe, que también es divertido en sus recuerdos de quien consideran su «modelo en el arte del humor».
«Lento» en sus tiempos, el que llegaba tarde a todo, pero «veloz e inmediato en sus respuestas ya se tratara de una discusión, un cruce de chistes o -en especial- de la necesidad de generar inmediatas e ingeniosas reacciones ante un imprevisto durante el espectáculo», como destaca Carlos López Puccio.
Un «humorista brillante, creador de magníficos textos en prosa; personajes inolvidables y magistrales letras de canciones», apunta el único miembro fundador que queda en la formación actual de Les Luthiers, Jorge Maronna.
Fue, asegura,»el actor más versátil de todo el grupo, seguro y de gran presencia, y un locutor fuera de serie, con un hermoso timbre de voz y una manera inteligente y sensible de subrayar el sentido de los textos».
«Vamos a extrañar mucho la voz de Marcos, su peso escénico, lo que producía en el público su sola aparición, aún antes de pronunciar la primera palabra. Y la magia que generaba al leer sus textos», asegura por su parte Roberto Antier.
Fue precisamente Antier -que estaba como suplente en el grupo desde 2015- el que reemplazó a Mundstock el año pasado cuando cayó enfermo. Y hoy recuerda su ayuda para adaptarse a un lenguaje de comedia muy diferente, el de Les Luthiers.
«Su trato afectuoso, de igual a igual, conmigo y con todos los integrantes más nuevos, contribuyó a que nunca hubiera ninguna fisura sobre el escenario».
También cuenta una anécdota que ilustra muy bien la capacidad de improvisación de Mundstock.
«Una noche, en una función, estaba interpretando a un político que, en nombre del Presidente, le pedía a un músico una modificación del himno nacional. De pronto se escuchó en el teatro una sirena policial que venía desde afuera. Con total naturalidad, Marcos dijo al músico: ‘Apure, que ya está llegando el Presidente'».
Suya fue la autoría del nunca escrito «Libro de estilo» de Les Luthiers, «el que marcó el espacio desde lo que se debía hasta lo que se podía», resalta López Puccio, que llegó a la formación cómico musical en 1971.
«Fue un espíritu crítico, que me sirvió como referencia. Lúcido, siempre inteligente, siempre interesante de escuchar (aún en las ocasiones en que no estábamos de acuerdo)» y también su «interlocutor y crítico más temible».
«Nos queríamos y respetábamos, aunque, infidencia, en el trato cariñoso él fuera ‘Peladín’ y yo ‘Narices’. Este apodo que él me inventó confirma, definitivamente, su falta de ingenio», agrega.
Maronna muestra su admiración por «su claridad de pensamiento, su honestidad y su sinceridad».
«Me enorgullece haber compuesto música para muchas de sus creaciones (…). Y me enorgullece aún más haber sido su amigo», dice Maronna, que conoció a Mundstock en el coro de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires en marzo de 1965.
«Además de extrañarlo en el teatro, voy a añorar los momentos divertidos y relajados que compartí fuera del escenario con mi querido amigo de toda la vida.
También Horacio «Tato» Turano, que llegó a Les Luthiers en el año 2000, recuerda tanto su faceta profesional como lo personal. Su «naturalidad absoluta» sobre el escenario y «su constante vocación por jugar con el lenguaje, generando asociaciones o juegos de palabras».
«Un día, en España, me preguntó: ‘¿Cómo se dice mal aliento en vasco?. Al ver mi expresión desconcertada, respondió: Bilbao (por vil vaho)».
Y está convencido de que aún ausente, su impronta siempre estará sobre el escenario cuando el coronavirus les permita retomar las funciones.
Un trato cercano que disfrutaron menos los miembros más nuevos de Les Luthiers: Tomás Mayer-Wolf y Martín O’Connor, que entraron en el grupo como suplentes en 2015 y 2012, respectivamente.
Mayer-Wolf rememora lo primero que Mundstock le dijo al llegar a su prueba: «¡Por fin otro pelado!».
«Siempre fue una persona muy accesible, muy humana. Jamás el éxito se le subió a la cabeza, pese a su trayectoria y prestigio. Al igual que los demás luthiers, siempre me trató de igual a igual».
Extrañará sus charlas de ópera y de fútbol y recuerda especialmente su travesía «bajo la lluvia yendo al Camp Nou a ver un partido del Barcelona versus Arsenal».
Una afición, la del fútbol, que también destaca Martín O’Connor, que recuerda que Mundstock era un fanático del fútbol europeo y le acompañó muchas veces a partidos en España.
«Lo extraño muchísimo, y hoy me resulta muy triste y duro pensar que ya no volveré a disfrutar de todos esos momentos», lamenta O’Connor, que define a su compañero como «humilde, trabajador y autoexigente».
Y reflexiona: «Hoy, pese al dolor, siento una enorme felicidad por haber cumplido ese sueño y lograr formar parte de este grupo mítico que Marcos contribuyó a fundar».
«¿Qué le diría hoy a Marcos?», se pregunta Antier. «Simplemente: Gracias. Gracias por haber contribuido a crear algo tan maravilloso, y por haberme permitido ser parte de esa creación».