México, 29 ago (EFE).- Guatemala se encuentra ante una oportunidad histórica de aprovechar sus buenas relaciones con México y Estados Unidos para un sólido desarrollo económico además de desempeñar un papel influyente en Centroamérica.
Esta es la opinión del diplomático Julio Ligorría, exembajador de Guatemala en Estados Unidos (2013-2015), que en una entrevista con Efe destacó que el actual periodo de transición hasta la toma de posesión en enero próximo como presidente de Alejandro Giammattei será clave para poner las bases de un periodo real de prosperidad.
«Por primera vez en muchos años, desde que Guatemala comenzó el proceso democrático en 1985, el Gobierno entrante tendrá un amplio periodo de transición para determinar las prioridades a atender tanto en política interna como externa», afirma Ligorría.
El acuerdo migratorio con Estados Unidos y el papel influyente con México para establecer nuevos planes de desarrollo constituyen una oportunidad para que la Administración guatemalteca saliente y la entrante establezcan las bases que ayuden al país a un desarrollo económico en múltiples frentes, según Ligorria.
Tras la victoria del conservador Giammattei en las elecciones del pasado 11 de agosto, el presidente Jimmy Morales ha expresado su deseo de llevar a cabo una transición modélica hasta la toma de posesión del nuevo mandatario del país el próximo 14 de enero.
Las declaraciones de Giammattei a favor de un muro de prosperidad y no uno de piedra y de una probable mesa de dialogo nacional constituyen dos señales muy favorables del presidente electo, estima el diplomático guatemalteco.
Ligorria sostiene que en política exterior las prioridades del actual periodo de transición deben centrarse «en el tema migratorio y las relaciones bilaterales con Estados Unidos».
«En política interna, la prioridad debe ser acabar con el hambre y la miseria del pueblo de Guatemala que es un reto desde hace ya muchos años», agrega.
«Guatemala no es el país más pobre pero un 46 % de los menores de 5 años padece desnutrición crónica, el quinto país del mundo en este triste inventario. No debe morir un niño más», señala Ligorría.
Uno de los puntos mas delicados del proceso de transición entre los equipos liderados por Morales y Giammattei será el acuerdo migratorio firmado entre EE.UU. y Guatemala.
«El presidente entrante tendrá que ratificarlo, modificarlo o contestarlo. La primera opción es esperar a que la Corte Constitucional diga si tiene que ir al Congreso para su ratificación como indica la propia Constitución», asegura el diplomático guatemalteco.
Esta posición sería la más cómoda para Giammattei ya que se quedaría al margen, pero «si la corte dice que el Congreso no tiene que ratificarlo el camino es más complejo».
«El presidente saliente y el entrante -prosigue- podrían consensuar una propuesta y sino ya sería un asunto a conversar entre Giammattei y el Ejecutivo norteamericano, de hecho se sabe que Giammattei visitará de nuevo Washington en la primera quincena de septiembre».
Con respecto a las relaciones con México, Ligorría señala que los mensajes del presidente Andrés Manuel López Obrador al nuevo mandatario guatemalteco son muy positivos.
«Debemos procurar unas relaciones bilaterales más activas y hablar de cooperación bilateral y regional. De hecho ya había proyectos de cooperación regional en las agendas pero nunca aterrizaron. Podrían retomarse», destaca.
El otro gran reto para el Gobierno de Alejandro Giammattei es el fortalecimiento del sistema judicial tras la experiencia de 13 años de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) creada en 2006 por un acuerdo entre Naciones Unidas y el Gobierno guatemalteco.
«La piedra angular, la ruta de la solución, la consolidación de la democracia en Guatemala pasa por el establecimiento de un sistema de justicia que administre la ley en igualdad para todos. No debería ser difícil dado el tamaño del país pero no ha sucedido», indica Ligorria.
«Hay dos resultados positivos que quedarán de la Cicig: primero que fue Guatemala la que solicitó su creación demostrando que el Estado tenía y tiene la voluntad de revisar su sistema judicial y segundo, la visibilidad que ha dado a la corrupción», afirma.
Sin embargo, es muy crítico sobre el resto de las tareas de la Cicig: «El sistema judicial no es menos corrupto, los penales siguen hacinados y en condiciones infames, destruyeron el precepto constitucional de la presunción de inocencia, la justicia sigue siendo selectiva, robesperiana, está politizada».
«Por ello, Giammattei y los guatemaltecos debemos asumir nuestra propia responsabilidad para el futuro. No debemos seguir buscando respuestas en el ámbito internacional. La respuesta correcta está en Guatemala», concluye.