México.- En este cuarto sin ventanas es difícil saber qué hora y qué día es. La soledad se apodera de los enfermos del área COVID del Hospital Juárez de México, a quienes una videollamada para comunicarse con sus familiares se convierte, muchas veces, en algo mejor que un fármaco.
La pantalla se enciende para que Alejandro Mora vea, aunque sea a través del teléfono, a su hijo, quien le habla emocionado.
«¿Cómo te sientes?» dice este viernes el joven, también de nombre Alejandro. «Bastante bien, gracias a Dios y con ayuda del equipo de Hospital Juárez», responde el paciente ubicado en la cama 326 del nosocomio, en plena recuperación de coronavirus.
El diálogo sirve para ponerse al día. Es obligado hablar de su esposa, en cuarentena por el riesgo de haberse contagiado, de la familia, los nietos.
Apresurado el joven muestra a su padre un vídeo en el que aparece su pequeña nieta, Alexa: «Te queremos mucho, que te recuperes pronto. Te amamos te mandamos muchos besitos», le dice.
«Pórtate bien, échale ganas» concluye el joven Alejandro, mientras que el padre aguanta las ganas para no llorar.
Este tipo llamadas entre pacientes y familiares han representado un pilar fundamental en la atención clínica a pacientes que, como el señor Mora, pasan por la Unidad de Cuidados Intensivos de este centro médico en México.
«Todos estos acercamientos son positivos. Sí, a algunos de repente las emociones les ganan y se les sube un poco la frecuencia cardiaca, pero nada que no sea transitorio y pasajero», explica a Efe el doctor Luis Antonio Gorordo, encargado del área de terapias intensivas del hospital Juárez de México.
UN HALO DE ESPERANZA
La pandemia suma en el país más de 324.000 casos y 37.574 muertos y en las primeras semanas las autoridades sanitarias recibieron críticas por la dificultad que tenían familiares para comunicarse con los enfermos en los hospitales.
Por ello el intensivista, que lucha en este hospital en primera línea contra la COVID-19, destaca que crear estos lazos de comunicación entre el paciente y la familia representa un halo de esperanza y un respiro para los pacientes que están ingresados.
Y es que, dice, vivir enfermo y en soledad representa para los pacientes todo un reto. «Una vez que entran a la terapia intensiva están aislados».
De hecho, no tienen idea si es de día o de noche y aunque tratan de orientarlos, ubicarlos y convivir con ellos, los enfermos siempre viven con la ansiedad de tener contacto con el exterior.
Pese a que el personal sanitario en este centro médico han hecho un gran esfuerzo para lograr que se sientan acompañados, el experto reconoce que tras las visitas médicas el paciente vuelve a enfrentar la soledad y eso es muy duro.
Algunos, comenta, debido a ello y al tiempo que permanecen internados comienzan a dejar de colaborar. «Ya no quieren comer o tomarse el medicamento», subraya.
Es solo cuando empiezan a interactuar con su familia que empiezan a cooperar «porque ya sienten que están saliendo de la terapia intensiva, porque saben que cuando salgan de aquí se irán a piso y en unos días más estarán con la familia», afirma.
El especialista en urgencias y medicina crítica explica que este tipo de herramientas apenas se utilizan en pacientes que están muy graves, ya que pocas veces pueden responder y cuando intentan hacerlo se frustran o se desesperan, lo que también desespera a las familias.
«Esperamos que en algún momento todos aquí sean candidatos a tener una videollamada y para tener la correspondencia que les mandan los familiares conforme van superando la enfermedad», expresa.
PREPARARSE PARA NOTICIAS MALAS
La falta de contacto físico es también un reto para el personal de salud que enfrenta esta pandemia, pues las normas de distanciamiento obligan a transmitir las noticias, ya sean buenas o malas, a los familiares a través de un teléfono.
Gorordo explica que en este hospital se prepara a los doctores con cursos psicológicos que les ayudan a llevar las noticias a los familiares. Y estas técnicas se han aplicado ahora para dar este tipo de información a través de la videollamada.
Las noticias pueden ir, dice, desde la evolución de la enfermedad hasta las secuelas o posibles defunciones, por ello hay «entrenamientos constantes en este sentido».
También han trabajado en hacer más humana la atención a los pacientes pues, en lugares como estos quienes están internados apenas pueden reconocer a quien los cuida, ya que la única parte del cuerpo que está visible son los ojos.
Es por ello que en el servicio se ha implementado el uso de gafetes con los nombres y sus fotos entre el personal de salud, una decisión sencilla pero que permite hacer la atención un poco más humanizada.
Además, se dan terapias ocupacionales, como juegos de mesa, para que los pacientes puedan distraerse un poco y olvidar el encierro y la soledad.
Y, así como hay días malos, también hay días buenos. Hoy, por ejemplo, no hay pacientes en terapia intensiva, porque apenas hace unas horas dieron de alta a 12 y, desde que empezó esta pandemia se han recuperado más de 550 pacientes por mejoría.