Para utilizar el lenguaje coloquial que usa y entiende el presidente Andrés Manuel López Obrador, la Casa Blanca lo trae a sombrerazos. Aún no se recupera de la desastroza visita a Washington, y ayer volvieron a apalearlo. La buena relación bilateral es inexistente, y que el que no lo traten a gritos y empujones como el ex-presidente Donald Trump, no significa que los aprietes de tuerca que les está haciendo el gobierno del presidente Joe Biden son menos duros de los que hizo su antecesor. Pero, clásico de López Obrador, se echó para adelante. El presidente, cuya operación política se define por intuición y canciones populares, respondió con una melodía de Chico Ché, donde ironiza “uy qué miedo, mira cómo estoy temblando”.
López Obrador sí tiembla, pero de enojo. La semana pasada hizo una evaluación de la visita a Washington con su equipo, que concluyó que no había sido favorable. Sus propuestas fueron ignoradas por completo y, en cambio, se comprometió a invertir mil 500 millones de dólares en la frontera, apoyando el muro de seguridad que quiso Trump y nunca logró un peso mexicano, que motivó la burla del vocero alterno de la Casa Blanca a López Obrador en Twitter. Esta semana comenzó a fluir la información detrás de la captura de Rafael Caro Quintero, que tampoco lo deja bien parado. López Obrador pidió acciones propagandísticas inmediatas.
El embajador en Estados Unidos, Esteban Moctezuma, declaró que el gobierno de Biden daría 260 mil visas temporales a trabajadores agrícolas mexicanos, sin existir evidencia alguna de ello, o si se refería a las 300 mil ya asignadas dentro del presupuesto del año fiscal 2021-2022, que aún no se concretan. El Presidente dijo, tras su desayuno en Washington con un grupo de empresarios de los dos países, que habría 40 mil millones de dólares de inversiones, lo que tampoco quedó claro si serían nuevas, o formaban parte de las inversiones atoradas por las diferencias en materia energética.
López Obrador ha negado conflictos con las empresas estadounidenses, y en vísperas de viajar a Washington dijo que habría anuncios de inversiones. Mentira. Es todo lo contrario. Más de 16 reuniones desde diciembre con empresarios estadounidenses en Palacio Nacional, no resolvieron los problemas. Como consecuencia Biden, a través de la representante comercial de la Casa Blanca, Katherine Tai, acusó ayer al gobierno mexicano de violar cuatro artículos del Tratado de Comercio norteamericano, y solicitó consultas a sus contrapartes mexicanas, que tienen un plazo de 30 días para responder. De no llegar a un acuerdo, Estados Unidos puede pedir un panel que revise el litigio. Como era de esperarse, el gobierno canadiense, que también se ha venido quejando de lo mismo, se sumó a la denuncia.
La frivolidad con la que López Obrador procesó y respondió es preocupante para los mexicanos. Primero dijo que era resultado de las quejas de los empresarios mexicanos, no los estadounidenses, utilizando propaganda pura para tender cortinas de humo. Tai no responde por los empresarios mexicanos, sino por los de Estados Unidos. La declaración presidencial es tan absurda que insulta la inteligencia. Pero para el doble discurso de López Obrador, en el circo mañanero, es probable que Chico Ché fuera un recurso para esconder la gravedad de lo que significan las denuncias. Lo que no puede ocultarse, sin embargo, es la completa irrealidad en la que vive.
“Todo lo que estamos haciendo en materia energética es de conformidad con la Constitución, con nuestras leyes”, dijo el Presidente. “Les molestó muchísimo lo de la Ley Eléctrica, sobre todo la resolución de la Corte, porque ellos pensaban que en el Poder Judicial se iban a revertir medidas como lo del autoabasto y la Corte decide que el autoabasto es un fraude legal. Ya parece que el gobierno de Estados Unidos va a exponerse a que nosotros les contestemos que están apoyando a corruptos”.
La gimnasia y la magnesia no es lo mismo, aunque lo diga el bravucón mañanero. Lo que está desafiando Estados Unidos es la enmienda a la Ley Eléctrica que prioriza la electricidad de la CFE sobre la que producen sus competidores privados, así como la inacción mexicana, las demoras, negación y revocación de las capacidades de compañías privadas para operar en el sector energético. También denunciaron las ventajas regulatorias que le dieron a la CFE y a Pemex en materia de un máximo de contenido de sulfuro en combustibles y en el uso de la red de transporte de gas natural.
Esas medidas, dijo en un comunicado la Oficina de la Representación Comercial de la Casa Blanca, parecen ser inconsistentes con varias de las obligaciones del acuerdo norteamericano, incluidos los capítulos de acceso a mercados, inversiones, y los de las empresas estatales. La vocera de la ministra de Comercio Internacional de Canadá, Mary Ng, le dijo a la agencia Reuters que se sumarían a la denuncia de Estados Unidos porque, en efecto, las políticas energéticas de México son inconsistentes con el acuerdo trilateral.
Dieciocho meses de protestas de empresas estadounidenses y canadienses no movieron para nada a López Obrador. Incluso, en la última reunión que tuvo con el representante de Biden en cambio climático, John Kerry, cuando quiso tocar el tema de la Ley Eléctrica, el Presidente lo paró. De ese tema no hablaron y Kerry ya no regresó a Palacio Nacional. Con sus intransigencias y rupestre manejo político, López Obrador se metió en un dilema. O resuelve México dentro de lo establecido en el acuerdo comercial norteamericano la disputa, o se arriesga a que le impongan tarifas a productos mexicanos. Si resuelve para evitar la guerra comercial, lo que sucederá es que la Casa Blanca habrá frenado la carrera de López Obrador hacia la estatización del sector eléctrico.
Los escenarios para López Obrador son negativos. Cualquier decisión que tome traerá consecuencias, al tener que decidir entre el destino mexicano bajo sus creencias personales, o mantener su obligación como Presidente.