Los Ángeles (EE.UU.), 09 feb. (EFE).- La gala de los Óscar, que ha visto a la cinta surcoreana «Parasite» hacer historia en Hollywood, destacó como un espectáculo musical rendido al pop, con dosis de humor, pero pocos discursos memorables por parte de los ganadores y menos consignas políticas que de costumbre.
Parece que los Óscar se tomaron en serio la petición que Joaquín Phoenix, triunfador de la noche, hizo en el arranque de la temporada de premios cuando ganó el Globo de Oro y recomendó a sus colegas de profesión no dar lecciones de vida y en su lugar «recibir el galardón, agradecerlo y bajarse del escenario».
De esta manera, en su 92 edición, los segundos Óscar consecutivos sin presentador se ciñeron estrictamente a lo cinéfilo y se apoyaron en lo musical, especialmente con la anunciada actuación de Billie Eilish y la inesperada del rapero Eminem.
Ese fue, quizás, uno de los momentos que más rostros de sorpresa dejó en la noche, cuando Eminem comenzó a cantar sobre el escenario «Lose Yourself», de la película «8 Millas» (2002), con la que ganó la estatuilla a mejor canción original.
Desde que el controvertido y popular rapero ganó el Óscar hasta su actuación en 2020 han pasado 18 años, por lo que las redes sociales, atentas a cada segundo de la ceremonia, no contuvieron su perplejidad -y alegría- por ver a este icono generacional en la gran fiesta del cine.
Estrellas como Janelle Monáe, Elton John, Cynthia Erivo e Idina Menzel también actuaron en un festival musical al que se sumaron la española Gisela y la mexicana Carmen Sarahí, las voces de las canciones de «Frozen» en España y Latinoamérica.
La lengua de Cervantes apareció así por doble en la gala, primero en «castellano» y luego en «español», según el etiquetado de la Academia de Hollywood que, como suele ser habitual con las clasificaciones del mundo latino, encendió cierta polémica.
Otro icono musical, pero muy actual, actuó al final: Billie Eilish fue la encargada de amenizar con su voz el tributo a las celebridades fallecidas el último año, entre ellas las recientes de Kirk Douglas y Kobe Bryant, dos figuras muy queridas en Hollywood.
Con la aparición de Eilish, los Óscar se aseguraron un momento 100 % pop, ya que la joven artista pisó el Dolby Theatre tan solo dos semanas después de arrasar en los galardones más prestigiosos de la música, los Grammy.
En un cruce de épocas, la cantante interpretó «Yesterday» de The Beatles, acompañada por un piano.
Cruces hubo muchos, pero de admiraciones y alabanzas.
En el vídeo que dio paso a la categoría de mejor película internacional, la voz de Penélope Cruz alababa el trabajo de Pedro Almodóvar, que no pudieron repetir la escena de la victoria ni aquel grito de 2020.
Durante otro discurso, Bong Joon-Ho, el triunfador de la noche, expresó su rotundo amor por el trabajo de Martin Scorsese cuando ganó el premio al mejor director.
«Cuando estaba en la escuela estudié las películas de Scorsese. No esperaba que un día estuviese nominado con él y menos que le ganaría», dijo el cineasta durante un discurso en el que todo el auditorio se puso en pie de forma espontánea para aplaudir al director de cintas emblemáticas como «Taxi Driver».
La alegría de Joon-Ho era tal que sus imágenes sonriendo a las figuras de los Óscar se hicieron virales, igual que sus repetidas invitaciones a «beber» tras el fin de la gala. O «hasta el día siguiente» cuando vio que se le acumulaban los premios
También Brad Pitt dedicó su premio a su compañero de reparto en «Once Upon a Time… in Hollywood», Leonardo DiCaprio y a su director, Quentin Tarantino.
Renée Zellweger quiso compartirlo con la icónica Judy Garland, el papel que le ha devuelto a la gloria; mientras que Laura Dern se lo agradeció a sus padres, a quienes llamó «héroes».
Joaquín Phoenix fue el único que dio un discurso lleno de reivindicaciones, con unas sentidas palabras sobre la crisis climática.
El intérprete, como portavoz de la causa medioambiental junto a Jane Fonda, aseguró que el ser humano está «desconectado» del mundo natural y que es «egocéntrico» a la hora de aprovechar sus recursos sin pensar en las consecuencias más allá de su ombligo.
Y cuando no hubo música ni discursos, el humor reinó.
Quizá el momento más atrevido se dio con Rebel Wilson y James Corden, que aparecieron disfrazados de gatos para entregar el premio a los efectos audiovisuales, todo un guiño a las reacciones de extrañeza que despertó la película «Cats» con sus animaciones digitales.
Porque en estos Óscar, Hollywood se tomó muy en serio, pero aún así dejó espacios para la autoparodia.