Cajititlán (México), 5 ene (EFE).- En el poblado mexicano de Cajititlán las peticiones a los Reyes Magos no llegan en una carta ni en globo, sino en las oraciones de miles de personas que viajan hasta su santuario para pedirles milagros.
Melchor, Gaspar y Baltasar son el centro de atención de este pueblo al sur de Guadalajara, capital del occidental estado de Jalisco, al que arriban hasta dos millones de visitantes de todo el país y de Estados Unidos atraídos por la fe o por la curiosidad de conocer la festividad alrededor del 6 de enero.
El festejo a las tres figuras, que son consideradas milagrosas, se extiende desde el 31 de diciembre hasta el 8 de enero. Nueve días en los que hay música popular, danzas prehispánicas y fuegos artificiales, pero también peregrinaciones, rezos y mucha fe.
Los fieles entran al santuario de pie o de rodillas hasta donde están las figuras de los tres Reyes Magos, de unos dos metros de alto, en una zona conocida como «el tocamiento».
Ahí los fieles pueden pasar alguna de sus pertenencias bajo el manto o capa de los reyes para pedirles su bendición y que proteja su dinero, su familia o su salud.
Jazmín Gaspar, quien ayuda en este área, explica a Efe que la mayoría de la gente busca bendecir sus carteras, sus hijos, o alguna de sus propiedades. Pero algunos de ellos incluso han llevado a bendecir cosas tan insólitas como los zapatos.
«A veces nos dan sus tenis (zapatillas) y pues no, eso no. Nos traen las cenizas de sus muertos para que se los bendigan o buscan algún milagro en el transcurso de su enfermedad o de su embarazo», agrega la joven, cuyo apellido es muy común en el pueblo.
Los creyentes acuden también hasta el altar para dar gracias por algún favor recibido o para pedir por la salud y el bienestar de sus familiares.
Otra parte del recorrido consiste en ir a la capilla anexa a la iglesia donde hay unas mantas que simulan las capas de los Reyes y en las que las personas son arropadas un momento como signo de protección.
Las figuras de los Reyes Magos han prevalecido desde hace al menos tres siglos. En el siglo XVI fueron talladas por orden de un sacerdote franciscano para que los pescadores de la Laguna de Cajititlán los veneraran y consagraran su trabajo.
Los Reyes Magos desaparecieron durante algún tiempo, luego fueron hallados en un lugar oculto de la iglesia y desde entonces son venerados cada año, dice a Efe José Carlos Muñoz, sacerdote vicario del santuario.
«Todo mundo viene con diferentes motivos a la fiesta, vienen a pedirle a Dios por la intercesión de los santos reyes para que sean bendecidos en su trabajo. Viene gente enferma, y es interesante ver cómo viene gran cantidad de gente con sillas de ruedas o sin apenas posibilidades para caminar, pero con mucha devoción», subraya el clérigo.
Felipe Cabrera tiene 80 años y desde su infancia visita Cajititlán en estas fechas. Primero lo hizo de la mano de sus padres y, siendo adulto, llevó a su familia a seguir la tradición. Algunas veces ha acudido a pagar alguna manda o agradeciendo milagros, otras más por seguir la tradición y también por el gusto de estar en el poblado.
«(Venimos) a veces por costumbre familiar, otras veces por manda y a veces nada más por venir. Entre más tiempo pasa más gente viene. Anteriormente éramos unos cuantos, nos rodeábamos del castillo (de fuegos artificiales), pero hoy es tanta la gente», expresa.
Lo que inició como una costumbre para pedir un buen año de pesca para quienes viven de la laguna, con el tiempo se convirtió en una fiesta popular que también atrae a turistas.
Sergio Saldaña y Mary Medina visitan por primera vez Cajititlán aconsejados por algunos familiares. Afirman a Efe que nunca imaginaron que tan cerca de Guadalajara hubiese una festividad centrada en los Reyes Magos.
«Nos habían comentado de las festividades, de las costumbres. Ahora nada más venimos a conocer, a turistear. Nos ha llamado la atención las costumbres, la comida y los bailes», dice ella.
«Es muy bonito conocer estas tradiciones. Es curioso que en un pueblo le festejen a los Reyes Magos, poca gente lo conoce», aseguran.
El 7 de enero las tres figuras son sacadas del templo para realizar una procesión por las calles del pueblo que culmina con un recorrido en lancha por toda la laguna de Cajititlán, para dar paso a una verbena popular en la que es común ver a los niños vestidos como los patronos del pueblo.