Madrid, 12 dic (EFE).- Treinta y cinco años después de la muerte de Sam Peckinpah, su hija Lupita viaja por primera vez a Livingston (Montana), la ciudad en la que el director de «The Wild Bunch » pasó sus últimos años, una peripecia que retrata el documental «Peckinpah Suite» que estrenará el próximo sábado el canal TCM.
Lupita, la menor de los cinco hijos del director, tenía 12 años cuando su padre murió. Creció marcada por su ausencia y por la tortuosa relación que mantuvo con su madre, la actriz mexicana Begoña Palacios, con quien Sam se casó y divorció en tres ocasiones.
«Mi padre estaba casado con el cine, las películas eran sus hijas», manifestó este jueves durante la presentación del documental en la sede de la Academia de Cine, acompañada por su director, Pedro González Bermúdez, y el productor José Skaf (TCM).
Sam Peckinpah revolucionó el montaje cinematográfico y la forma de rodar escenas de acción. Con películas como «The Wild Bunch «, «The Ballad of Cable Hogue» o «Straw Dogs» retrató un mundo crudo, violento y trágico, en el que latía la poesía y el compromiso artístico, historias de amistad, traición y redención que casi invariablemente acababan con la muerte.
Pero la leyenda de «Bloody Sam» va más allá de la pantalla. Su carácter provocador, paranoico, violento y autodestructivo, su individualismo radical, su tendencia en general al exceso y la bronca han contribuido a crear ese aura de maldito.
En el fondo lo que «Peckinpah Suite» retrata es la orfandad de su hija, deambulando inútilmente por los paisajes y lugares que habitó el cineasta y tratando de llenar sus vacíos interiores.
Lugares como la habitación del Hotel Murray donde el director solía alojarse y que hoy lleva su nombre. Una habitación que, según cuentan los actuales dueños del hotel, llenó de barrotes en uno de sus frecuentes episodios de paranoia y en la que solía dormir con un revólver bajo la almohada.
Pedro González Bermúdez, el director del documental, asegura que es muy difícil discernir el mito y la realidad cuando se habla de Sam Peckinpah. «He leído ocho biografías suyas y hay muchas historias que no coinciden», señaló.
A eso se suma que en Livingston quedaban pocas personas vivas que hubieran tratado con él directamente. Uno de ellos es el abogado John Swindlehurst, uno de sus mejores amigos, que lo describe como un hombre muy sensible y con un gran sentido del humor.
Se suele hablar de sus explosiones violentas, exacerbadas con el alcohol, pero Swindlehusrt da un matiz: «el temía la violencia», asegura.
Tampoco hay muchas entrevistas grabadas. El equipo de TCM ha localizado una de la BBC, de la que se incluyen extractos en el documental. El experimentado periodista parece algo retraído en su silla frente a un Peckinpah que, vaso en mano junto a una botella de whisky, suelta afirmaciones cuanto menos poco políticamente correctas.
Sobre sus peleas antológicas con los estudios en defensa de su libertad creativa, su hija -que es diseñadora de vestuario de cine- afirma que le tocó una época difícil. «Quizá hoy le habría ido mejor, pero entonces no había prácticamente compañías independientes», ha subrayado.
También ofrecen su testimonio estudiantes de cine de Montana, que aseguran que sin sus innovaciones formales no habría sido posible la obra de directores como Quentin Tarantino.
«Peckinpah Suite» se estrenará el próximo sábado en TCM coincidiendo con el 35 aniversario de la muerte del director y los 50 años de «The wild bunch», una película sobre un grupo de atracadores de bancos que viven al margen de la ley en la frontera entre Estados Unidos y México. Hombres duros y magnéticos que podían ser a la vez héroes y villanos.
Por Magdalena Tsanis