San Sebastián (España), 22 sep (EFE).- «El Gran Fellove» es un documental hecho con los sentimientos, con el afecto que Matt Dillon profesó al cantante y showman cubano Francisco Fellove, con una admiración que llevó a este actor a situarse tras la cámara por segunda vez.
El intérprete estadounidense, que en 2006 recibió el Premio Donostia del Festival de Cine de San Sebastián, regresó al certamen español para presentar la historia de Fellove, al que quiso conocer cuando escuchó su música por primera vez hace más de veinte años.
«No podía creer que nunca hubiera oído hablar de él», dice Dillon al comienzo de la película, con la que el público podrá descubrir su faceta de coleccionista y experto en música cubana.
«El Gran Fellove», que forma parte en las Proyecciones Especiales de la Sección Oficial del Zinemaldia, cuenta cómo logró localizar al cantante en Ciudad de México en 1999 y cómo se embarcó con su amigo Joey Altruda, contrabajista de jazz, en la aventura de grabar un disco con él.
Fellove, nacido en La Habana en 1923 y fallecido en 2013 en México DF, tenía entonces 77 años y hacía dos décadas que no publicaba ningún álbum.
Había caído en el olvido y Dillon quiso recuperar a alguien que había formado parte del movimiento «filin» y que había innovado en su tiempo, influido por el jazz y los cantantes estadounidenses que, como Ella Fitzgerald o Louis Armstrong, hicieron un arte de la técnica del «scat».
El documental recorre la trayectoria de Fellove, pero se aproxima con ello a los músicos cubanos negros que abandonaron su país para buscar una vida mejor en México, donde se sintieron bien recibidos y no discriminados por su condición racial.
En 1999, Dillon captó muchos instantes de la grabación, que tuvo sus tensiones por las dificultades a las que se enfrentaba un hombre entusiasta, que podía encarnar «una orquesta en una sola persona», pero que hacía años que no había pasado por esa experiencia.
«Fue un disfrute estar con él, tenía una personalidad musical exhuberante. La música le salía por los poros, aunque en ese momento no sabía qué quería hacer con las imágenes», explicó el actor este martes en rueda de prensa.
Las dejó «reposar» y no fue hasta años después, tras una serie de encuentros sucesivos con el productor mexicano Carlos Sosa, cuando el documental empezó a tener visos de realidad.
Sosa logró ver a Fellove en una residencia de ancianos y se encontró a una hombre de 89 años con demencia senil.
«Me aseguraron que ya no conocía a nadie, pero cuando le hablé de Matt empezó a temblar y se le empañaron los ojos. ‘Marilon’, dijo», según comentó Sosa, también presente en la rueda de prensa junto a la productora Cristina Velasco y el director de fotografía Carlos Rozzini.
Sosa avisó a Dillon y este llegó tres días después a México DF para verle únicamente, porque sabía que no iba a rodar con él «en ese estado», con un hombre que había vivido los cinco años anteriores en la Casa del actor creada por Mario Moreno «Cantinflas» hasta que su salud se deterioró.
«Fue muy duro verle en esa situación», señaló Matt Dillon, que tuvo acceso a cartas, fotografías y otras pertenencias de Fellove, como las misivas que le envió su amigo José Antonio Méndez, compositor y cantante de boleros, que fue quien le animo a emigrar a México.
Todo ello decidió a Dillon a realizar el documental, a que ese viaje que Francisco Fellove emprendió en 1955 fuera «la vía» para contar también «la historia de todo lo que ocurrió en aquel entonces» con los músicos afrocubanos que abandonaron su país hacia otro en el que los iban a aceptar mejor.
«Cuando rodé aquellas imágenes en 1999 no se me ocurrió que podría retroceder en el tiempo», confesó el realizador y actor estadounidense, al que le gusta todo tipo de música, pero al que la cubana le «enganchó» de forma «especial» en una ciudad como Nueva York donde los sones latinos «están en todas partes».
«Estamos en la edad dorada de los documentales, y algunos son más emocionantes que las historias de ficción», afirmó Dillon, que conoce nombres, detalles y anécdotas de los músicos cubanos como los niños que lo saben todo de sus ídolos del fútbol.