México, 27 ene (EFE).- En manos de niños y adolescentes las armas y los fusiles normalmente son de mentira y sirven para jugar. No así en la comunidad de Alcozacán, en el municipio de Chilapa de Álvarez del sureño estado mexicano de Guerrero, donde ahora los menores se han armado para proteger la comunidad.
Con armas bajo custodia, uniformados con una camiseta de la Policía comunitaria, cubiertos del rostro y un miedo que se refleja en su mirada, los menores se encargan de la seguridad, junto con los adultos, en su pueblo.
En los últimos días el nombre de la comunidad de Alcozacán ha dado la vuelta al mundo luego de que niños entre 8 y 14 años fueron presentados a mitad de la semana pasada como policías comunitarios.
Para combatir a grupos violentos que azotan a su comunidad y a otras de la región, la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Pueblos Fundadores (CRAC-PF) ha «reclutado y entrenado», si caben los términos, a los menores para que ayuden en labores de seguridad.
Días antes de que presentaran a los menores como policías comunitarios, un grupo armado acabó con la vida de diez músicos indígenas en esa misma región.
El municipio, conocido como la Puerta de la Montaña, se caracteriza por su población de artesanos, además de ser un pueblo de usos y costumbres, donde la CRAC-PF está considerada como la Policía y la autoridad del lugar, así como de otras 16 comunidades nahuas, pero ahora ha saltado a la fama por sus niños-policías
«Se prepara (entrena) a estos niños para que, por lo menos, puedan defender a su mamá o a sus hermanitas (de un posible ataque)», dijo a Efe el fundador de la Policía comunitaria de la región montaña baja, Bernardino Sánchez.
Ante la creciente repetición de hechos violentos en la región, a la CRAC-PF no le ha quedado otra opción que «enlistar» a los menores.
Si para los adultos de la comunidad ser parte de la Policía comunitaria es motivo de orgullo, para los pequeños es una enorme responsabilidad y al mismo tiempo una posibilidad de sobrevivencia, ya que la única opción que tienen es integrarse a la Policía para defenderse y defender a su pueblo de grupos violentos.
Jaime, un niño de 13 años que hace tres meses comenzó con los entrenamientos junto con sus hermanos, pretende proteger su territorio y a pesar de su corta edad, se expresa con cierta madurez al valorar su vida.
«Me siento algo seguro, sí siento un poco de miedo porque el cargar un arma es una responsabilidad grande», dijo a Efe al tiempo que recordó que esta actividad es una de las maneras más comunes en su localidad de poner su vida en riesgo.
En el mismo caso está Alexander, un chico que en comparación de Jaime, «ya se armó de valor» y lo único que le importa es proteger su pueblo. En ambos casos nadie obligó a los menores a ser parte de la Policía, ellos decidieron enlistarse.
«Platiqué con mis papás, porque no querían y ya después se animaron, dijeron que sí y ya comencé a entrenar; yo con esta, y señala su arma, me puedo defender de cualquier peligro que haya», dice convencido.
Estos niños tenían como sueño en común llegar a ser maestros, pero la violenta realidad de la región que habitan los alcanzó y ahora para ellos lo único que les queda es dedicarse a trabajar el campo y ser integrantes de la CRAC-PF.
«Prefiero traer un arma para que me pueda yo defender porque con el cuaderno no se puede, solo sirve para escribir», dijo con voz firme Alexander.
Según un informe de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) dado a conocer a inicios de enero, en México mueren al día en promedio 3,6 niños y adolescentes por causas vinculadas a la violencia.
En su informe anual 2019 «Infancia y Adolescencia en México, entre la invisibilidad y violencia», la Red publicó que desde el año 2000 y al cierre de 2019 la violencia ha alcanzado a cerca de 21.000 niños y jóvenes víctimas de homicidio doloso y más de 7.000 casos de niños desaparecidos.
A pesar de que esta comunidad forma parte de los 81 municipios que están dentro de estadio de Guerrero, las oportunidades con las que cuenta para salir adelante no existen ya que la educación es un privilegio que ellos no tienen.
Aunque pareciera ser un oficio que se transmite de generación en generación, los padres de los ahora niños policías querían un mejor futuro para ellos y no el que ahora les va a tocar vivir.
«Están ahí porque no nos queda de otra, nosotros les damos consejos para que sepan distinguir a la delincuencia; ellos ven que cualquier hombre portar un arma y piensan que son iguales pero para nosotros no», dijo Antonio Toribio, papá de dos integrantes, de 9 y 12 años, respectivamente.
Según explicaron a Efe, el reclutamiento consta de tres fases. En la primera se les adiestra con una imitación de las armas fabricadas con madera y en el caso de los niños más pequeños, su «arma» llega a ser de su misma altura.
La segunda es el patrullaje por las calles del pueblo, el cual consiste en vigilar cada una de las calles para salvaguardar la integridad de sus familias y la tercera y última fase es convertirse en policía comunitario de la CRAC-PF.
A pesar de que el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) expresó su rechazo al reclutamiento de niños y adolescentes por parte de grupos u organizaciones armadas, los comunitarios consideran que esto es una especie de aprendizaje para los niños, que les permite prepararse.
«Esto es para que cuando sean grandes no sean delincuentes sino que sepan para que sirven las armas y sepan respetar al prójimo, a sus compañeros, porque se les enseña que las armas no son para amenazar, no es para intimidar, son para respetar la vida», añadió uno de los padres.
Guerrero es uno de los estados más pobres y violentos de México.
Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, México registró 34.582 asesinatos en 2019 y 1.875 de estos homicidios tuvieron lugar en Guerrero.