«El presupuesto es la ideología en números redondos.»
Agustín Basave
El presupuesto nos dice más de las intenciones del Gobierno que cualquier declaración de mañanera, y el mensaje para 2021 es que tenemos un Gobierno conservador que recorta gasto por doquier para nutrir unos cuantos proyectos faraónicos.
¿Conservador? Sí, al contrario de lo que han hecho los gobiernos progresistas o liberales en la crisis, el de López Obrador ha buscado frenar el crecimiento del presupuesto. El gasto neto tendrá en 2021 una reducción real de 0.3 por ciento para ubicarse en 6 billones 257 mil millones de pesos. Se espera, por otra parte, una caída de 3 por ciento en los ingresos presupuestarios, para quedar en 5 billones 539 mil millones de pesos.
El mayor aumento porcentual lo registrará la Secretaría de Turismo, con 641.5 por ciento contra 2020. Esto no significa que habrá más promoción turística, sino dinero para el Tren Maya. Otro aumento importante, típico también de gobiernos conservadores, es el de Defensa Nacional, que tendrá un alza de 17.5 por ciento, en parte por el nuevo aeropuerto de Santa Lucía. La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) tiene también un incremento enorme, de 46.9 por ciento.
La significativa alza de 9.1 por ciento en el presupuesto de la Secretaría de Salud es entendible en un tiempo de pandemia, ya que necesitaremos comprar millones de vacunas para el Covid-19, pero también es consecuencia del desastre en el abasto de medicamentos en el sector público provocado por el propio Gobierno. El régimen tendrá ahora que aprender a distribuir medicinas, costo que antes asumía el sector privado. En contraste, el presupuesto de educación sube apenas 0.2 por ciento, monto decepcionante cuando el país está enfrentando un reto enorme para adaptarse a la nueva educación a distancia.
Los mayores recortes son a la Secretaría del Trabajo, 20.3 por ciento, y a Hacienda, 17.3 por ciento. Preocupa. Si en este momento es virtualmente imposible conseguir una cita para obtener una firma electrónica en el Sistema de Administración Tributaria, no sabemos qué va a pasar ahora. Es un error castigar los servicios públicos, que sólo el Estado puede proporcionar, cuando son la razón fundamental de los impuestos que pagamos.
Las transferencias a las entidades de la federación tienen una disminución importante de 5.5 por ciento: las participaciones 6.4 por ciento y las aportaciones 1.1 por ciento. Los gobiernos de los Estados protestarán sin duda, aunque en buena medida el recorte es producto de la caída de algunas fuentes de ingresos, como los petroleros.
Es falso que no se vaya a contratar nueva deuda pública, como han afirmado tanto el Presidente como el diputado Mario Delgado. Se prevé que el balance económico registre un déficit de 718,193 millones de pesos, 26.9 por ciento más que en 2020. Esto asciende a 2.9 por ciento del producto interno bruto. El faltante hay que cubrirlo de alguna forma, y previsiblemente se hará con nueva deuda. Imprimir dinero sería mucho peor.
Tenemos así un Gobierno conservador que ofrece un presupuesto moderado y cauteloso. No hay impuestos nuevos, lo cual es positivo, pero no se ha revertido el injusto aumento del año pasado en las retenciones del ahorro bancario. El presupuesto no será, sin embargo, un impulso para el crecimiento. Al contrario, el énfasis en proyectos monumentales sin claro beneficio económico o social representa un desperdicio de recursos. No es el peor de los presupuestos, pero dista de ser el mejor en esta crisis.
Crecimiento
El Gobierno espera que la economía crezca 4.6 por ciento en 2021. Parece difícil. Depende mucho de un aumento en la inversión privada. Para lograrlo, el Gobierno debe dejar de mandar el mensaje de que puede cambiar las reglas después de la inversión, como en la cervecera de Mexicali.
Twitter: @SergioSarmiento