CIUDAD DE MÉXICO (EL UNIVERSAL).- En México hay cerca de un millón y medio de personas que padecen glaucoma y de acuerdo con algunas estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo pueden ser hasta 60 millones.
El glaucoma es «una enfermedad neurodegenerativa que ataca o compromete al nervio óptico y en ese proceso puede tener manifestaciones como la reducción del campo de visión de los pacientes, y puede estar o no asociada a la presión que maneja el ojo; es decir, una hipertensión ocular que si es sostenida, puede desarrollar un glaucoma«, indicó la oftalmóloga adscrita a la Coordinación de Investigación del Departamento de Cirugía de la Facultad de Medicina, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Adriana Hernández López.
Para la especialista, este padecimiento ocular es asintomático, gradual y difícil de identificar, el cual genera cambios en la vista hasta que se encuentra en una etapa avanzada por lo que se convierte en la segunda causa de ceguera en el mundo, después de las cataratas, explica la UNAM por medio de un comunicado. «Hay características raciales que hacen a las poblaciones afroamericana e hispana, blanco del glaucoma. Yo diría que los mexicanos somos susceptibles con mayor frecuencia a esta enfermedad«, afirmó.
La prevención y el diagnóstico oportuno y personalizado puede cambiar el curso natural de la enfermedad, la cual es irreversible. «Es importante visitar al oftalmólogo por lo menos una vez al año para detectarla en etapas tempranas«, recomendó la investigadora de la UNAM.
Entre los síntomas que se pueden presentar se encuentra el enrojecimiento y dolor de ojos y cabeza, náuseas, vómito, visión borrosa y halos alrededor de las luces, precisa el boletín.
Las personas que podrían padecer glaucoma son aquellas que tienen antecedentes familiares en línea directa, por lo que existe hasta un 10 por ciento más posibilidades de presentarlo, la edad (especialmente después de los 40 años con un foco importante a los 60), la diabetes, hipertensión, alteraciones en triglicéridos y colesterol, consumo de tabaco y de alcohol; miopía, hipermetropía, traumatismos oculares o craneoencefálicos.
El tratamiento puede incluir cirugía, láser o medicación, dependiendo de la evolución y severidad de la afección. Habitualmente, al principio se utilizan gotas para los ojos junto con medicación para reducir la presión intraocular.