Son desgarradoras e indignantes las imágenes que se han visto a través de todos los medios en estos días: inmigrantes siendo maltratados y golpeados por agentes de Migración mexicanos.
En la incansable búsqueda de una vida mejor, hombres y mujeres de todas las edades intentan cruzar territorio mexicano para poder llegar a la tierra prometida que, según ellos, es Estados Unidos.
Pero en su periplo no pocos de ellos tienen que vivir un infierno, pues salen de sus países con lo que llevan puesto y se enfrentan a las inclemencias del tiempo, pero sobre todo sufren por hambre.
En el remoto caso que traigan con qué mitigar sus necesidades básicas, también sufren el flagelo de la delincuencia, pues no pocos son asaltados, secuestrados y hasta han sido víctimas de la delincuencia organizada. Recordemos que hace 11 años en el ejido de San Fernando, Tamaulipas, se conoció una verdadera masacre: integrantes del crimen organizado ejecutaron por la espalda a 58 hombres y 14 mujeres, todos migrantes, y las investigaciones de aquellos tiempos determinaron que fueron asesinados tras ser plagiados y quitarles sus humildes pertenencias.
Cruzar el país tiene muchísimos riesgos y los extranjeros lo saben, por eso en los últimos años se han organizado las famosas caravanas migrantes, compuestas por decenas o cientos de personas que en grupo intentan cruzar de frontera a frontera la República Mexicana, aunque en el proceso muchos no lo logran.
Para las autoridades mexicanas es un grave problema, pues al ser Estados Unidos infranqueable para estas miles de personas, los migrantes se quedan en el país, siendo una insostenible carga para el Estado en el que se asientan y terminan viviendo hacinados en campamentos donde carecen de lo más elemental y, esto, en tiempos de pandemia, suena criminal.
Problema aparte son los menores de edad no acompañados que también intentan llegar a Estados Unidos, pues en los ocho meses que han transcurrido de este año el Instituto Nacional de Migración identificó a 34 mil 427 menores de edad, acompañados y no acompañados, que transitaban en el territorio mexicano en condición irregular, lo que representa el triple de la cifra registrada en el mismo período de 2020.
Además, no pocos menores son ‘acompañados’ de polleros que en muchas ocasiones los dejan a su suerte, como ya se ha visto.
Los traficantes de personas cobran un dineral prometiendo el ingreso seguro a Estados Unidos, lo que por supuesto no es verdad, y el migrante termina, si bien le va, en albergues donde les facilitan su deportación, pero otros miles son abandonados en el desierto americano donde su suerte no suele ser la mejor; asimismo muchos terminan ahogados en el Río Bravo, que es conocido como el cementerio de los migrantes.
No vayamos tan lejos, aquí mismo en Aguascalientes son muchos los extranjeros que sobreviven de la caridad pública, pues prefieren mendigar ayuda en las calles, y es fácil de observarlos en casi todos los cruceros de la zona norte de la ciudad, donde están familias enteras de migrantes pidiendo dinero y así se mantienen; aunque no todos buscan la solidaridad pública, muchos sí piden trabajo pero por la naturaleza de su estatus legal es difícil que lo consigan, por lo que es un problema de nunca acabar.
Por eso saber que los que buscan sobrevivir en su tránsito a Estados Unidos son maltratados por los mexicanos duele, pues nadie tiene derecho a pisotear la dignidad de nadie, por lo que cualquier castigo parece poco.
La única culpa que tienen estos hombres y mujeres es que huyen de sus países en busca de algo mejor y que la mayoría de ellos aún cree en el famoso ‘sueño americano’, que suele convertirse en una pesadilla.