El compositor italiano Ennio Morricone, que murió este lunes en Roma a los 91 años de edad, tuvo significativos vínculos con el deporte: no solo fue el autor de la melodía oficial del Mundial de fútbol de Argentina’78, sino que llegó a ser un ajedrecista consumado.
Aunque los aficionados locales acogieron masivamente la ‘Marcha oficial del Mundial 78’, compuesta por la Banda Sinfónica de Buenos Aires, Morricone compuso ‘El Mundial’, la melodía oficial de aquella Copa del Mundo.
La Roma, el equipo al que siguió fielmente durante toda su vida, ha tenido un recuerdo cariñoso para el compositor de legendarias bandas sonoras de películas del oeste como «Por un puñado de dólares», «La muerte tenía un precio» o «El bueno, el feo y el malo».
«Gracias, maestro», fue el escueto mensaje del Roma, mientras que su eterno rival, el Lazio, transmitió sus condolencias por medio de la música, con el lema: «Músico, compositor, maestro».
Pero su mayor vínculo con el deporte está relacionado con los tableros de ajedrez, en el que alcanzó un nivel que le permitió jugar con mucha dignidad incluso frente a Grandes Maestros.
«De no haber sido compositor, me hubiera gustado se jugador de ajedrez, pero de alto nivel, alguien capaz de competir por el título mundial», comentó Morricone en declaraciones que rescata la Federación Internacional (FIDE).
Del talento de Morricone para el ajedrez fue buena muestra una partida en la que hizo tablas con el ruso -luego nacionalizado francés- Boris Spassky, el décimo campeón mundial.
En sus memorias, Morricone describe aquella partida como el pináculo de su carrera como ajedrecista.
Sus mayores éxitos con los trebejos llegaron a mitad de la década de los años 50, cuando llegó a entrenar seriamente con el Maestro Internacional Stefano Tatai, doce veces campeón de Italia.
No perdió el humor en sus últimos momentos. Antes de morir, el artista escribió una carta para despedirse de sus familiares y amigos, divulgada por su abogado, Giorgio Assumma.
«Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto», decía el compositor, que solicitaba un funeral estrictamente privado: «No quiero molestar», alegó.