Madrid, 5 dic (EFE).- De Tailandia a Perú, pasando por Myanmar, Rusia y Tanzania, las mujeres indígenas reclaman que se escuche su voz y se las tenga en cuenta en las decisiones climáticas, ya que son ellas quienes se juegan la vida protegiendo la naturaleza y la biodiversidad, y son las encargadas de transmitir los conocimientos ancestrales de generación en generación.
«Las mujeres indígenas tenemos que estar implicadas porque tenemos un papel muy importante en salvaguardar los conocimientos, somos las que más sufrimos el impacto y quienes tienen que cuidar la estabilidad alimentaria», explica Naw Ei Ei Min, una indígena de Myanmar.
Naw es la directora de Promoción de los Indígenas y la Naturaleza Juntos (POINT, según las siglas en inglés), una organización que se formó hace cincuenta años cuando «hubo matanzas de los indígenas del amazonas que defendían sus tierras».
Cincuenta años después, se sigue matando a quienes defienden los derechos humanos en su país y las mujeres están en el centro de estas violencias. «Experimentan el acoso, el abuso y, en el peor de los casos, el asesinato», subraya.
LAS MUJERES, PIEZA CLAVES PARA EL CUIDADO DE LA SALUD EN SUS COMUNIDADES
En Tailandia, la historia no es muy diferente, Pirawan Wongnithisathaporn, del Pacto de los Pueblos Indígenas de Asia (AIPP, según sus siglas en inglés), explica que las mujeres se encargan del cuidado de la salud en las comunidades.
En áreas de montañas muy remotas donde ir al médico es un camino largo y difícil, estas mujeres son quienes brindan «la primera atención sanitaria» y quienes transmiten medicina tradicional de madres a hijas.
La población indígena supone el 5% del mundo, pero están a cargo de proteger el 50% del territorio. Y de ese porcentaje, según ilustra Wongnithisathapon, las mujeres van al bosque «porque los conocimientos en cuanto a comidas, flores o medicamentos» los tienen ellas.
Las indígenas son quienes protegen la tierra y, por ello, son también quienes más sufren las consecuencias. Por ejemplo, en Perú los pueblos indígenas siempre han dependido de las estaciones para los tiempos de siembra, de cosecha, para la reproducción de los animales, la caza o la recolección.
Pero últimamente, las estaciones han cambiado drásticamente y hay «sequías, heladas, inundaciones o lluvias fuera de tiempo», según manifiesta la presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP), Melania Canales Poma.
LA DOBLE LUCHA DE LA MUJER: CONTRA EL RACISMO Y LA DISCRIMINACIÓN
La lucha de estas mujeres es doble, pues además de intentar mitigar los efectos de la crisis medioambiental, luchan contra el racismo y la discriminación por ser mujer fuera y dentro de sus comunidades.
«Nuestra lucha también es hacia dentro para lograr los espacios, porque si alguna mujer llega la ponen a prueba y la miran el mínimo error», critica Canales al referirse a sus hermanos indígenas -así los llama ella- que «reproducen actitudes machistas heredadas».
Naijelijeli Tipap, una masái de Tanzania integrante de las Organizaciones Pastoralistas Indígenas No Gubernamentales, también reivindica la necesidad de que haya mayor presencia de mujeres en las tomas de decisiones porque «siguen estando marginadas» y no se las reconoce en las decisiones políticas.
En el norte de Rusia, muchas niñas indígenas salen de sus comunidades para ir a la universidad y vuelven para transmitir los conocimientos adquiridos, relata Daria Egereva, del Centro de Apoyo a los Pueblos Indígenas del Norte.
Debido al cambio en las condiciones meteorológicas, los pueblos del norte ya no pueden predecir el tiempo ni cómo afectará a los cultivos, por ello necesitan que las niñas traigan nuevos conocimientos para adaptarse a las nuevas circunstancias medioambientales.
Estas cinco mujeres, que son quienes más sufren los efectos negativos de la crisis climática, se han erigido defensoras de la tierra y reclaman su derecho a ser «dirigentes, autoridades, presidentas y líderes» para tomar las decisiones del planeta.