Filadelfia (PA), 14 nov (EFEUSA).- En un momento en que el presidente Donald Trump busca frenar la inmigración de México y Centroamérica, mayas, aztecas y otros se sus antepasados han cruzado la frontera para desembarcar en una nueva sala del Museo de la Universidad de Pensilvania (Penn), en Filadelfia.
La nueva galería dedicada a los pueblos que ocuparon lo que hoy es México, Honduras, El Salvador, Belice y Guatemala acogerá a partir del próximo sábado más de 250 artefactos de algunas de las sociedades que habitaron Mesoamérica a lo largo de más de 3.000 años de historia, más de la mitad de los cuales nunca habían sido expuestos al público.
Esta nueva exposición permanente busca analizar la relación que guardaba la política y las figuras autoritarias de estos pueblos con la divinidad, las fuerzas de la naturaleza y los astros.
Entre estas obras de orfebrería, moda o escultura de los pueblos azteca, maya, zapoteca y olmeca, entre otros, destaca la escultura de roca desnuda de la Gran Diosa de Teotihuacán, deidad de la fertilidad y la vegetación del pueblo Teotihuacán y precursora de la diosa azteca Xochiquetzal.
La diosa, que fue encontrada a mediado del siglo XX en el estado de México, está vestida con un voluminoso tocado y todavía conserva la pintura de tonos rojizos y verdes que otrora resaltara su presencia magnificada por sus desproporcionadas manos que apuntan al cielo.
Sin embargo, cuando los visitantes entren por primera vez a la sala a partir de este sábado, su mirada se posará indudablemente en la Estela 14, una columna maya sobre la que se vertebra la distribución de las obras.
Esta pieza fue tallada en lo que hoy es el yacimiento arqueológico de Piedras Negras (Guatemala) en el año 761 de nuestra era, para celebrar la ascensión al poder de un nuevo gobernante maya.
La importancia de esta pieza radica en que fue una de las claves para que los investigadores descifraran la escritura jeroglífica de esta sociedad, arrojando así luz sobre su cultura.
La Estela 14 muestra a Yo’nal Ahk, quien accedió al poder en el año 758., en un lateral de la columna se mantiene erguida una mujer que sostiene un manojo de plumas, quien los investigadores aseguran que es con casi toda seguridad su madre, a pesar de que se desconoce el nombre.
Para Simon Martin, jefe de los conservadores del espacio que atesora las antigüedades de las sociedades mesoamericanas, la inauguración de esta nueva sala con más piezas y un carácter más didáctico en un momento de la historia estadounidense en que muchos de los que integran la sociedad del país tiene raíces mexicanas o centroamericanas supone un hito.
«Tratar esto con la misma importancia que le damos a Roma, Grecia o Egipto es primordial para aquellos cuyos antepasado están aquí representados. Da un contexto en un plano global, dice que su historia es parte de la evolución hacia el mundo actual», afirmó en entrevista con Efe el académico.
Algo en lo que coincide Carlos José Pérez, uno de los guías latinos del museo, quien asegura que para la comunidad centroamericana y mexicana «el tener un espacio de representación en el museo es muy importante».
La apertura de esta nueva sala, junto a la que se inaugurará otra dedicada a África, se enmarca en el plan de renovación del Museo de la Universidad de Pensilvania, entidad fundada en 1877 con el objetivo de crear conexiones entre culturas, que se inició en junio de este año con el estreno de una exposición renovada sobre las antiguas sociedades de Oriente Medio.