Madrid, 14 mar (EFE).- Cualquier sábado del año el centro de Madrid es un hervidero de gente, pero casi nadie parece estar de paseo hoy, el día en que el Gobierno español decretó el estado de alarma para contener la pandemia de coronavirus y se han quedado vacías las calles.
Entre llamadas repetidas a quedarse en casa, las autoridades de la región de Madrid, la más afectada de España por la pandemia, ordenó el cierre entre este sábado y el 26 de marzo de todos los establecimientos y comercios excepto los de alimentación y «primera necesidad», entre los que están incluidas farmacias, gasolineras, estancos, bancos y quioscos.
Trabajadores y ciudadanos con bolsas de la compra predominan en calles madrileñas inusualmente vacías en esta soleada mañana, en la que Javier sigue al frente de su pequeño quiosco de golosinas, patatas y agua en la céntrica plaza del Callao, por la que deambulan medio perdidas una docena de personas, la mayoría turistas.
«No queda más remedio», explica. «Intento seguir con normalidad, pero con precauciones», explica Javier desde detrás de una mascarilla desechable que ha comprado esta misma mañana. «Dos euros, una barbaridad», dice indignado con quienes intentan sacar provecho de la pandemia, que ha encerrado en sus casas a la inmensa mayoría de los madrileños.
Reconoce que la venta ha bajado «entre un 70 u 80 por ciento», pero necesita mantener la actividad por poco que sea: «Yo tengo que ganar, soy autónomo y nadie me va a perdonar la luz, el agua, el alquiler, la licencia, ni a mi ayudante», dice preocupado y calculando que, si la situación se mantiene, va a tener que despedir al chico que le ayuda con el quiosco.
Un poco más allá, dos policías municipales con mascarilla y guantes asisten a los escasos peatones frente a la puerta de un gran centro comercial, que este sábado ha abierto solo la planta de supermercado y que luce en la fachada un inmenso luminoso que se suma a la campaña municipal de «Yo me quedo en casa» para evitar contagios.
La calle Preciados, una de las vías comerciales más populares de la capital española, aparece prácticamente vacía: tiendas de ropa, calzado, productos de belleza o bisutería están cerradas a cal y canto; muchas muestran un letrero en el que explican que bajaron la persiana por el coronavirus y que confían en volver a abrir antes de que acabe el mes de marzo.
Y no solo es el comercio: por toda la ciudad han cerrado cines, teatros, discotecas, bares, centros de ocio, educativos y culturales, hasta los parques infantiles, lo que ha forzado a cambiar la vida cotidiana de los madrileños y ha dejado en fuera de juego a muchos turistas.
CAMBIAN LOS HÁBITOS DE COMPRA
Otra popular calle comercial de Madrid, la de Bravo Murillo, se despertaba este sábado con bastante ajetreo: aquí se suceden las tiendas de alimentos, panaderías y fruterías, especialmente en el tramo más próximo al Mercado de Maravillas.
Casi nadie parece estar de paseo, todos los peatones llevan bolsas de la compra y bastantes van ya con mascarilla y guantes, como Charo, una funcionaria de 59 años que aconseja «vida normal con un poquito de precaución» y se muestra convencida de que «la gente ha perdido un poquito los nervios», por lo que aconseja tranquilidad y sentido común.
Un poco más allá, en una panadería-pastelería, la dependienta se sorprende de lo contrario: «La gente está muy civilizada, se esperan en la puerta y van entrando de uno en uno sin que nadie se lo mande».
Su única pena es que el público está comprando «sólo pan, ni una tarta, ni unos pasteles, ¡con la alegría que dan!», lamenta con una enorme sonrisa.
Evarista, que regenta una droguería dentro del mercado, también tiene algo de público este sábado, aunque reconoce que «hasta ayer vendía perfumes y maquillajes, hoy sólo jabón, cepillos y mucha lejía. ¡Nos hemos vuelto muy limpias, pero poco coquetas, qué lástima!», ironiza.
Por Cristina Lladó