México, 26 abr (EFE).- El momento más humano de la nadadora Nelly Miranda en su camino a los Paralímpicos de Tokio 2020 ocurrió hace dos años cuando interrumpió un coma inducido para recordarse a sí misma que era una mujer acostumbrada a ganar.
«De repente comencé a gritar que era una guerrera y tenía que salir de aquello. Aprendí a dominar mi mente», asegura en entrevista a Efe Miranda, uno de los ejemplos de superación más genuinos de deportista mexicana alguna en los últimos 20 años.
A inicios de siglo Nelly era una mujer feliz, cajera principal de un banco, casada y con un hijo, pero ocho días antes de su cumpleaños rodó 17 peldaños por una escalera, sus piernas se enredaron en el barandal, su tronco giró al lado contrario y su cabeza dio contra la pared. Quedó tetrapléjica.
Fue el antes y el después. Sobreviviente de un derrame cerebral y de 11 días en coma decidió vivir sin asumir el papel de víctima y ocho años más tarde se confirmó como una hacedora de milagros al ganar oro en 50 y 100 metros estilo libre en los Paralímpicos de Pekín 2008.
«Ahora, casi a mis 48 años, me siento como esa vez en China porque estoy empezando de cero después de dos años con complicaciones de salud. Siento empezar como una novata», explica.
Miranda fue operada de la columna en febrero de 2018, se complicó con convulsiones que le despertaron una epilepsia y la obligaron a permanecer una semana en coma. Está recuperada, pero lleva un par de años sin entrar a la alberca y por eso se pone metas paso a paso.
«El aplazamiento de los Juegos abrirá una oportunidad para mi. Buscaré la clasificación, será difícil pero tengo tiempo. Primero debo hacerle recordar a los brazos que tenían movimiento y poco a poco prepararme, dice.
En el aislamiento por la COVID-19 Nelly no ha sufrido recaídas. Eso le ha permitido trabajar con ligas, hacer ejercicios de fuerza y de visualización como parte de una previa para cuando le permitan entrar al agua sin riesgos de contagio de la pandemia.
«Trabajo con tres sesiones diarias de entrenamiento, hago simulaciones de brazadas con las ligas y platico con el cuerpo para que responda a las exigencias de los entrenamientos como lo hizo antes», explica.
Eso de dialogar consigo misma es tal vez el punto fuerte de la nadadora. En los primeros días en silla de ruedas no lloró porque el esposo la abandonara y se dijo a sí misma que iba a demostrarle a su hijo que era posible vencer los imposibles, lo cual demostró tres años después cuando llegó al Campeonato Nacional.
«El rival a vencer en el deporte y la vida es uno mismo. Si uno se supera logra cosas grandes, si no lo intenta, los problemas se hacen tremendos y uno se ahoga en un vaso de agua. Todo tiene un por qué y uno debe vivir lo que toque y crecer a partir de ahí», insiste.
A lo 48 años, una edad en que cualquier mujer se prepara para convertirse en abuela, Nelly está lista para retar a chicos de menos de 20 años y provocar nuevos milagros en el camino a los Paralímpicos de Tokio.
«En estos días le hablo a mi cerebro, le pido que se acuerde que nado. A veces llevo mi mente a la alberca, todo eso me ayuda. A mi edad la recuperación puede ser lenta, pero la buena actitud pesa mucho. Hace tiempo que no creo en el no se puede», revela.