Aguascalientes.- Todos los días, decenas de gente que va a separar basura para luego venderla llegan de distintas colonias populares de Aguascalientes al Relleno Sanitario San Nicolás, con la idea de trabajar al menos 9 o 10 horas y llevar algo de dinero a sus familias. Dicen que ganan hasta 180 pesos en un buen día, cuando es extraordinario más de 200.
Aunque este basurero municipal tiene poco más de 20 años, la mayoría de los 200 pepenadores que trabajan diariamente en el lugar ya lo hacían en el anterior, el que estaba ubicado en Cumbres, que por cierto, está siendo convertido en un gran parque urbano.
Son 2 las asociaciones de pepenadores que trabajan entre la basura, prácticamente viven allí, pues les dan entrada desde las 8 de la mañana y permanecen hasta las 6 o 7 de la tarde, es decir, 10 u 11 horas de carga laboral, pero son sus propios jefes y es lo que les gusta a ellos.
Doña Dolores, es una de las 25 mujeres que desde temprana hora van a pepenar, ella es mayor de edad y dijo que tiene unos 15 años sacando cartón, plástico, aluminio y lo que se pueda vender para llevar el sustento a su familia; “tengo muchos años que soy el sostén de mi familia y es el único trabajo seguro que encontré. Anduve de sirvienta pero sólo era temporal.
Al igual que la gran mayoría de los que allí se desempeñan, entre el foco de contaminación, malos olores y las inclemencias del tiempo, ha sido el desempleo y la falta de oportunidades lo que inicialmente los ha llevado a parar al tiradero, “no es un trabajo fácil, pero le he de decir que esto me ha permitido mantener a mi familia, humildemente pero no ha faltado nada”.
Santiago Acosta, tiene más de 19 años como pepenador en San Nicolás, a donde primero iba a comprar material de recicle a los que trabajaban en el basurero que antes estaba por la Presa de los Gringos; me iba bien, pero un día un amigo me dijo si acaso me gustaría entrar y me aventé, “ellos me ofrecieron el trabajo y ya desde aquí se hizo ya una tradición en la familia, pues ya tengo un hijo también trabajando aquí”.
Víctor Lomelí y Leonardo Urzúa tienen 21 años, ellos decidieron seguir los pasos de sus papás, “como ya no quise estudiar, sólo terminé la primaria, me tuve que meter a trabajar y mi papá me trajo”. Leonardo refirió que él tiene el ejemplo de su mamá que toda la vida ha trabajado en el relleno sanitario, “desde chiquillo yo la acompañaba, no entraba al montón de basura pero la esperaba afuera y me llegaba a encontrar balones y juguetes, eso me gustaba. Ahora trabajo en esto y sí, me siento a gusto y satisfecho”.
Hace unos 3 años Javier Ramírez Cervantes decidió dedicarse totalmente a pepenar y dejó de hacer churros que vendía en las tiendas y es que no pudo combinar las 2 actividades.
“Como muchos de aquí, yo trabajé como albañil, pero decidí venir a pepenar porque al menos es un trabajo seguro; en la obra a veces hay chamba otras no y eso es desesperante, sobre todo cuando tenemos familia”.
Hay veces que se llevan sorpresas desagradables; “un día me encontré la cartera de un general de la Zona Militar, traía pasaporte y credenciales, menos dinero. Me comuniqué para decirle que yo tenía la cartera y primero me quiso acusar de ratero”.
Aunque ha habido ocasiones, no muchas, en las que encuentran algún relojito, anillo, dinero y que al no tener a quién regresarlo, se lo pueden quedar. “Hace poco vino un señor para decir que su celular lo había tirado sin querer a la basura, se lo encontramos y se le entregó, fue un día de suerte”, comentó Juan José Morán.
Los 200 pepenadores de San Nicolás están agrupados en 2 asociaciones a las que le aportan mensualmente a una 25 pesos y a otra 40 por persona, dinero que se junta para cuando se presenta alguna emergencia a alguno de los compañeros, pues es un trabajo en el que no tienen prestaciones y están a expensas de alguna enfermedad o contagio.
Los pepenadores del Relleno Sanitario San Nicolás pareciera que ya son inmunes a los aromas muy diversos, nada agradables y saben que están expuestos a infecciones y contagios, pero tratan de cuidarse en la medida de lo posible, sobre todo porque se llegan a tostar con el sol, enfrentar los vientos y lluvias, siempre con la idea de tener el sustento familiar.