Un lamentable accidente ocurrió ayer en un camión urbano, cuando un hombre que viajaba como ‘mosca’ cayó y falleció por un fuerte golpe en la cabeza.
El accidente desnuda una de nuestras realidades como sociedad: el deficiente sistema de transporte público, pues mientras Gobierno y concesionarios se enfrascan en una guerra en la que nadie quiere ceder, la ciudadanía es la que sufre, pues viajan en camiones de baja categoría, pequeños, sucios, atestados, sin las más elementales reglas de higiene y con algunos choferes, la minoría afortunadamente, con malos modos.
Cierto, nadie lo obligó a ir literalmente colgando en una de las puertas, pero la tardanza entre las rutas a todos desespera y más el tráfico que desquicia las vialidades de la mayoría de los rumbos de la ciudad, donde las obras que se realizan se están eternizando, y aunque en algunos casos se podría remediar, falta coordinación entre las autoridades.
Este hombre, muchos dirán que por su imprudencia, terminó sus días de una manera atroz, y seguiría lo peor, avisarle a su familia, el funeral, la última despedida y muchas interrogantes quedan en el aire.
¿Quién es el responsable? ¿El que falleció?, que decidió ir colgado del estribo para llegar a tiempo a su destino.
¿El chofer?, quien ni cuenta se había dado del percance, pero que fue detenido metros más adelante.
¿Las autoridades?, que no son capaces de ofrecer un servicio digno a la población.
¿Los concesionarios?, por velar sus intereses y exigir lo justo, según ellos.
No se sabe quién es el responsable, pero sí quiénes son los más afectados: los usuarios del transporte público.
Este accidente pasará a formar parte de las estadísticas, pero deberá ser una llamada de atención para las autoridades que están obligadas a velar por el bienestar de sus gobernados con servicios dignos, porque a la población le cuesta, y mucho, el transporte, la salud, la vivienda, y los miles de usuarios de los urbanos viven día a día un verdadero viacrucis para llegar a sus trabajos, escuelas o al destino que necesiten ir.
No todos tienen vehículo para transportarse, llámese carro, moto o bicicleta, y dependen de un servicio de transporte público deficiente, caro y, hasta lo reconocen los mismos concesionarios de taxis, no son pocas las carcachas que están circulando por la ciudad porque las autoridades no han ejercido su obligación de sacarlas de las calles.
Insistimos, este percance pasará a ser uno más en la larga lista de tragedias que ocurren por algún descuido, ya sea humano o de otra índole, pero que ahora le sucedió a un hombre que tal vez se dirigía a su trabajo, y decimos tal vez porque al cierre de estas líneas no había sido identificado, aumentando así la tragedia, pues seguramente su familia lo esperaba en casa y ya no llegó.