Madrid, 28 ene (EFE).- Nuria Espert no terminó el Bachillerato pero desde hoy es «tridoctora» porque la española Universidad Carlos III la invistió Doctora Honoris Causa, un reconocimiento que se suma a los que ya tiene de la UIMP y la Complutense: «significa mucho para mí; nunca en mi vida pensé en nada semejante», dijo a EFE.
La Carlos III invistió este martes a la actriz y directora y al catedrático de Economía e Historia Económica inglés Nicholas F.R. Crafts en un acto al que asistiron, entre otros amigos de la española, Lluis Pasqual y Daniel Bianco.
La actriz catalana, que el 11 de junio cumplirá 85 años, explicó en una entrevista con EFE poco antes de la ceremonia que se «quedó» en cuarto de Bachillerato porque ya no podía compaginarlo con una carrera que había empezado a los 13 años haciendo de gato en una función en el Teatro Romea de su ciudad natal.
«Jamás se me ocurrió que años después alguien podría concederme un honor semejante. Ya el título de Honoris Causa me hace temblar. Creo que hoy voy a estar todo el día temblando. Mañana será el día de presumir muchísimo», bromeó.
Siempre fue «ambiciosa» pero en el sentido de que «había montones de cosas que quería hacer y otras que no quería en absoluto. De recién casada -con el fallecido Armando Moreno- repasaba los textos con los que soñaba», recordó.
De todos ellos, nunca podrá explicarse «por qué» no hizo la «Cleopatra» de Shakespeare: «me la he leído mil veces; me la sé de memoria, podría hacerla en cualquier momento», sugiere riéndose.
Aunque empezó hace 70 años a hacer teatro -«sin ningún éxito; no gusté nada»- Espert estudiaba danza y pensaba que aquella iba a ser su profesión, pero a los 17 años conoció «a un director joven, muy talentoso», el que fue fundador de la Compañía Nacional de Teatro (CNT), Esteban Polls, y él fue su «verdadero maestro» y el que le inoculó la pasión por la escena.
En su respuesta a la laudatio, que hizo el profesor Julio Checa, Espert se ha descrito como «una enferma de lorquitis», como el director Lluis Pasqual, con el que está haciendo otra obra de García Lorca, «Romancero gitano», que les ha llevado a Argentina, Uruguay, Italia y a más de cincuenta ciudades españolas.
«Lo que viene es estrenarla en el Soho de Málaga, que tengo muchas ganas de conocer porque tengo muchísima admiración por todo lo que ha conseguido Antonio Banderas, y hasta el 11 de junio será todo Lorca, Lorca y Lorca. Luego descansaré unos meses… o no», se ríe de nuevo la actriz.
Lorca, dijo ante el auditorio universitario, le abrió «las puertas del mundo entero (…) ¿Qué habría sido mi vida, mi carrera, mi yo, sin él?», se pregunta.
Se atrevió primero con «Yerma», con el director Víctor García, y les costó «mucho sufrimiento y temor» llevarla a buen fin por dificultades «políticas técnicas y económicas», luego llegó «Doña Rosita la soltera», con Jorge Lavelli, «uno de los más bellos y profundos espectáculos» que interpretó jamás, y más tarde dirigió ella misma a Glenda Jackson en «La casa de Bernarda Alba».
Años después hizo con Pasqual «una arriesgadísima y bellísima» dramaturgia a partir de «Bodas de sangre» y más adelante «La casa de Bernarda Alba», a pesar de que se prometió a sí misma no hacer nunca ese papel: «es evidente que no cumplo mis promesas», dijo.
En su devoción por el poeta de Granada se sumaron 350 recitales «llenos de Lorca» con el poeta Rafael Alberti cuando este regresó del exilio «y ahora, de nuevo con Lluis, ‘Romancero Gitano'».
«Quiero dormir el sueño de las manzanas/ alejarme del tumulto de los cementerios/ Quiero dormir el sueño de aquel niño/ que quería cortarse el corazón en alta mar», recitó para finalizar su intervención, que recibió un largo aplauso con el auditorio puesto en pie.
Por Concha Barrigós.