No sé si siempre ha sido así, pero me parece que el nivel de debate político en el México de hoy, expresado sobre todo en redes sociales, pero también en las mesas de carne y hueso, es grotesco, extremista y por lo tanto enfermizo.
Hoy en política todo es negro o blanco. No hay medias tintas. Si yo salgo a criticar a la oposición, como lo he hecho, por torpe y ridícula, cosa que dicho sea de paso sostengo, entonces soy un chairo o un bot pagado por la cuarta transformación. Si defiendo un proyecto como el Tren Maya, que no me parece tan malo aunque con sus enmiendas desde luego, en automático soy un, y perdón la expresión, pinche comunista y bolivariano. Pero al revés es igual. Si se me ocurre criticar el desastre económico de esta Administración y su absurdo odio al sector privado entonces soy un maldito conservador, chayotero, fifí y neoliberal.
Son muy pocos, poquísimos, los políticos y/o seguidores de uno o de otro bando a los que uno puede llamar moderados y con los que uno puede hablar sin exaltarse. Hoy todo se radicaliza, todo se lleva al extremo, no hay lugar, al menos no en este momento, para la moderación, mucho menos para el trabajo en común.
Hablaba yo de este tema la otra vez con un amigo y me dijo muy molesto, “¿cómo nos pides que seamos moderados si nos gobierna un dictador comunista que dentro de poco nos va a expropiar nuestras casas y nuestras empresas?”. ¿En serio creen que AMLO hará tal cosa?.
Y me siguió reclamando. “Me extraña de ti que eres tan fan de Churchill; de seguro sabes que Churchill es quien es, por que fue un radical frente a la amenaza que representaba Hitler en los treintas”.
Ahora, si yo le planteo a un seguidor del presidente que hay que ser moderados, los reclamos serán del mismo tono. Me dirá, seguramente, que cómo diablos ser moderado frente a una oposición fascista y golpista que intriga con Estados Unidos para quitar del poder al presidente.
Piensen ustedes lo enfermizo del debate público que en cuestión de segundos, uno puede pasar de ser un comunista bolivariano a un fascista ultraconservador yankee.
Y que por mi planteamiento no me vayan a calificar de tibio porque esto no va de tibieza. Creo que, pese a todo, debe haber un camino, uno solo, en el que podamos los mexicanos encontrar coincidencias y soluciones para el beneficio del país. Pasa, por ejemplo, en Estados Unidos. Allá hay sólo dos partidos, cada vez más polarizados por desgracia. Sin embargo históricamente ha existido algo llamado el bipartidismo que tan buenos resultados le ha traído a esa República. Bipartidismo que por desgracia pasa por su peor momento por culpa, igual que aquí, de la radicalización.
Ahora, para que no exista tal polarización, se necesita de dos, como en un baile. No obstante, por ser México un país con un sistema presidencialista tan fuerte, el que tendría que dar el primer paso calmar las aguas enturbiadas debería ser el presidente. Porque pesa más la silla del Águila, que todo el Legislativo y que la suma de todos los gobernadores.
Si desde Palacio Nacional no se abona a la moderación política, entonces olvídense de que ésta se pueda practicar en México. Y por lo visto, al presidente lo que menos le interesa es la moderación. Ya lo dijo recientemente: o están a favor de su proyecto, o están en contra. Es su estrategia, como Trump, y le ha funcionado. Pero una cosa es que le funcione a él, y otra cosa es que nos funcione a los mexicanos.
El mejor ejemplo de la moderación lo encontramos en Alemania. E insisto, ser moderado no es ser tibio. ¿O apoco les parece tibia Angela Merkel? Con su estilo sobrio, con su política pragmática, moderada y hasta aburrida si ustedes quieren, Merkel ha logrado sortear con éxito la crisis del coronavirus, ha logrado mantener a su país como el líder en Europa y, lo más importante, ha logrado que en el debate político en su país no quepa el odio y el fanatismo. Tan lo ha logrado que hoy, el partido de extrema derecha, asociado a algunos círculos nazis, esté hasta abajo en las encuestas.
Cuánto que aprenderle a la señora Merkel.