«Los malos tiempos tienen valor científico. Son ocasiones que un buen aprendiz no desaprovecha.»
Ralph Waldo Emerson
Lo bueno es que el Presidente escucha la opinión de los científicos, lo malo es que sólo la de los científicos que le dicen lo que quiere escuchar. «A mí tanto el doctor [Jorge] Alcocer como el doctor Hugo López-Gatell me han dicho que no necesito el cubrebocas si mantengo la sana distancia», afirmó el 24 de julio. «No quiero yo entrar en polémica sobre este tema. Si se considera que con esto se ayuda, entonces lo haría, desde luego, pero no es un asunto que esté, ahora sí, científicamente demostrado».
Pero sí está científicamente comprobado. Si bien hubo un momento en que no había unanimidad entre los especialistas, y algunos pensaban que ante el Covid-19 el uso de mascarillas no era indicado para la población en general, la posición ha cambiado. Tanto la Organización Mundial de la Salud como el Centro de Control de Enfermedades de los Estados Unidos se han rendido ante la evidencia y hoy recomiendan el uso generalizado de mascarillas. Varios estudios sugieren que la forma preponderante de contagio es por aire y que el coronavirus puede trasladarse, sin mascarilla, hasta seis metros. El Presidente puede preguntarle al doctor Mario Molina, ganador del Premio Nobel de Química, quien colaboró en uno de estos estudios.
Lo anterior explica por qué las mascarillas han sido uno de los instrumentos más eficientes para reducir los contagios y por qué países con un uso arraigado, como Corea del sur y Taiwán, han registrado menos casos pese a haber tenido brotes tempranos y a no haber ordenado confinamientos estrictos. Lo ha entendido nuestro secretario de Hacienda, Arturo Herrera, quien ha apuntado que el cubrebocas «va a ser no solamente uno de los elementos más importantes para protegernos, sino que va a ser uno de los elementos que permitan relanzar con mayor éxito la economía».
El Presidente, sin embargo, ha preferido hacerse de oídos sordos. Parte del problema es que vive en su propio mundo. En distintas ocasiones ha señalado que la pandemia ya ha sido domada y que México es un modelo internacional en este esfuerzo. El 9 de junio declaró: «México está dando un ejemplo en el mundo porque logramos aplanar esta curva y evitar que se saturaran los hospitales sin medidas coercitivas, sin el uso de la fuerza». Sin embargo, cientos de artículos en México y el extranjero critican la estrategia de López Obrador ante la pandemia, pero el Presidente los ha atribuido a una simple conspiración de corruptos.
Coincido con López Obrador en que es inaceptable el uso de la fuerza pública para encerrar a la gente. Los confinamientos estrictos, como en Italia y España, tampoco han sido tan exitosos para contener la pandemia. Los instrumentos más eficaces han sido las mascarillas y las pruebas seguidas del aislamiento de las personas contagiadas.
En México, no obstante, tenemos a un encargado de políticas de salud, López-Gatell, que dice que la fuerza moral impide que el Presidente se contagie. Bajo su influjo, el mandatario se niega a usar mascarilla. Acumulamos ya más de 390 mil contagios confirmados y más de 43 mil muertes, que serían más de aplicarse las pruebas necesarias. Esta tragedia no es producto de que se haya atendido las recomendaciones de los científicos, sino de que el Presidente se ha rodeado de científicos que sólo le dicen lo que quiere. Gobernar, después de todo, no requiere mucha ciencia.
Vuelos cortos
El Boeing 787, dijo ayer AMLO, «prácticamente no se debe usar para territorio nacional porque tiene como promedio de vuelo tres horas, mínimo». Las rutas con más pasajeros del Dreamliner, sin embargo, son Hanoi-Ho Chi Mih (1,159 km), Tokio-Fukuoka (885 km), Tokio-Osaka (402 km), Tokio-Seúl (1,191 km) y Tokio-Hiroshima (644 km) (independent.co.uk, 2017).
Twitter: @SergioSarmiento