Madrid, 12 dic (EFE).- El ministro de Medio Ambiente de Brasil, Ricardo Salles, fue uno de los primeros en llegar a la Cumbre del Clima (COP25), algo que podría observarse como un gesto de buena fe por parte de su gobierno, pero que la sociedad civil brasileña presente en la cita considera un intento de «boicot» a las negociaciones.
Así lo denuncia la ex ministra Marina Silva, quien ostentó el cargo de Salles durante cinco años en el gobierno de Lula da Silva (2003-2008), criticó en declaraciones a Efe, la gestión del mandatario brasileño de ultraderecha Jair Bolsonaro.
«(El ministro) vino a sabotear e intimidar (a los negociadores de la delegación brasileña) porque sabe que hay una inteligencia instalada a lo largo de décadas sobre temas de clima en el ministerio de Exteriores y otros ministerios afines que siempre trabajaron juntos; no quería facilitar, venía para sabotear e intimidar», se quejó Silva.
La brasileña, candidata a la presidencia en 2010 por el Partido Verde al que llegó tras dimitir como ministra, asegura que Salles es el «hombre de confianza de Bolsonaro» que pretende «desmontar la política nacional medioambiental y debilitar todos los pactos internacionales en los que está Brasil para no tener que cumplir las metas».
DENUNCIAN EL «SECUESTRO» DE LA AMAZONÍA POR PARTE DEL GOBIERNO
El artículo 6 del Acuerdo de París, el que se refiere a los mercados de carbono, se ha erigido como el punto más polémico en esta COP25. Más allá de esto, Brasil también introdujo la cuestión de la protección de la Amazonía, que según la sociedad civil, el gobierno de Bolsonaro está «secuestrando» a cambio de financiación.
Así lo asegura María Silva, quien cree que la posición del Gobierno en la COP es «semejante a las que asume internamente»: «vienen aquí a condicionar las acciones para proteger la Amazonía, a cambio de recursos».
«Viene a ser algo así como ‘si nos pagan para proteger la Amazonía, la protegemos, y si no, no’, porque no es importante para el Gobierno», asevera.
En esa misma línea incide Márcio Astrini, coordinador de Políticas Públicas de Greenpeace, quien acusa al Gobierno de «secuestrar» la protección de los bosques de la Amazonía.
«El discurso que el ministro está usando es el de un secuestro: tenemos el bosque y queremos dinero; si no es así, dejamos de cuidarlo», acusa.
A su juicio, esta COP es «distinta» en cuanto a la participación de Brasil, «la primera con Bolsonaro» en el poder, quien aporta «varias cosas inéditas», entre ellas, romper la dinámica de otras Cumbres, en las que el gigante sudamericano «mostraba soluciones a sus problemas y ejemplos para el resto del mundo».
«Brasil entró siendo mucho menor que de costumbre, con cierta insignificancia y está consiguiendo salir peor de lo que entró», asevera Astrini.
LA SOCIEDAD CIVIL HACIENDO «LO OPUESTO» AL GOBIERNO
Entre pabellones de los grandes países, los latinoamericanos escasean. Junto a Chile, que preside la COP en Madrid, Colombia y Brasil son los únicos de la región que tiene un espacio propio para exponer su situación frente a la crisis climática. No obstante, el caso brasileño, según explicaron, es distinto: es la sociedad civil la que lo dirige.
«La sociedad civil está haciendo lo opuesto al Gobierno, estamos haciendo lo que ellos no han querido hacer, como tener un espacio que siempre fue del Gobierno para contar lo que está pasando en Brasil y para que los brasileños aquí compartan experiencias, se negaron y nosotros llenamos ese vacío», narra Astrini.
Y es que para el de representante de Greenpeace, la imagen que el ejecutivo brasileño está dando al mundo en su acción climática es muy distinta a la que genera la sociedad.
«Nadie ha venido aquí a hablar de problemas individuales, salvo Brasil, por eso está aislado en las negociaciones. Brasil se asemeja a los peores ejemplos que hay hoy sobre clima, pero como Gobierno, no como sociedad, que está en lo opuesto al camino que está haciendo Bolsonaro».