Mi hijo estaba en el lugar y momento equivocado, pero eso jamás debe pasar, no existe ni momento ni un lugar para decir que nos toca a nosotros.
La tarde del martes 24 de abril del 2017 se llevaron al menor de mis hijos, sólo tenía 18 años, y con él se llevaron la felicidad, la paz, la tranquilidad, se llevaron a mi familia, me falta uno, expresa el padre de Javi, un joven lleno de sueños, estudiante del CONALEP, alegre y dedicado, apasionado por aprender cosas nuevas, inteligente, amante del ejercicio… Javi actualmente tiene 30 años.
Ante la noticia fría que escucharon en las noticias sobre el levantón de nueve personas que se había realizado en las instalaciones de un antro que se encontraba en remodelación, el padre de Javi inmediatamente recordó que su hijo le había comentado que iría a apoyar a los albañiles para derribar paredes un día antes, pero ese día, el martes, sólo iba a cobrar, se había cansado y sólo quería el dinero para llevar a su novia al cine, desde entonces no se sabe nada de Javi, derribó paredes y a su familia le derribaron la vida.
Ante la insistencia de llamarle y no tener respuesta me desplacé al lugar, nadie sabía nada, al fondo de la obra estaba el velador, un hombre viejo y cansado, quien textualmente me dijo que “se los habían llevado a todos”.
Ahí inició nuestra vida de lucha, de búsqueda de tocar puertas desde la Policía Municipal hasta la Procuraduría General de la República. Son casi trece años de espera y de búsqueda, en noviembre del mismo año, del 2017, la Policía Federal mandó el caso a la reserva porque no había más elementos para investigar y porque aquí no había delincuencia organizada, derivado de esto me fui a la Procuraduría General de la República, a la SEIDO, a la SIEDO, busqué a Javier Sicilia, hemos pasado por todo y de todo y no hay nada, no nos dicen nada, no quieren hacer nada, pero tengo la certeza que mi hijo está vivo, que mi hijo llegará en cualquier momento, comenta el padre de Javi mientras agacha la mirada y toma aire para seguir comentando el calvario que han vivido desde entonces.
Hemos encontrado un camino lleno de trabas, he sido amenazado y tuvimos que cambiar de residencia, nos fuimos de aquí, temía por la integridad de mi esposa, de mi hija y por la mía propia, pasamos 5 largos años fuera del Estado, caí en el alcoholismo, me refugiaba, me escondía de mi esposa, le exigía a Dios, le preguntaba ¿dónde estaba mi hijo?.
Quiero que regrese mi hijo, sano y salvo, no importa el tiempo que haya pasado, yo como padre no puedo pensar de otra manera. Quiero saber la verdad histórica, porque hay una, pero la autoridad no ha querido hacer nada, no es que no pueda, ya son trece años y no hay ninguna línea de investigación, no hay un solo sospechoso, ni un solo responsable, no hay absolutamente nada.
Uno de los últimos casos se dio el domingo 8 de diciembre, fue un día normal, de fiesta, participamos en familia a las Fiestas de La Purísima, mi hijo nos acompañó a mi esposo y a mí.
Mi hijo tenía días deprimido y ese día empezó a tomar vino por lo que le dije a mi esposo que mejor nos fuéramos a la casa, pero mi muchacho le siguió, yo creí que le había amanecido y que por eso no había llegado a la casa el lunes y me esperé, pensé que se lo había llevado la Preventiva, es por eso que esperé y esperé a que me llamará, pero nunca lo hizo y hasta ahorita.
El martes 10 nos presentamos ante el MP pusimos la denuncia de desaparecido, se publicó la Alerta Amber, saqué copias y pegué su foto por todas las colonias, mi hijo mayor lo ha ido a buscar a los Anexos de Pabellón, Rincón y de todas partes.
Ya han pasado muchos días y no sabemos nada, quiero que mi hijo regrese, nos hace falta, dirán algunos que apenas son 10 días que desapareció, pero el miedo nos está matando, ya nos hubiera hablado, “hijo dónde estás, por qué no nos hablas, tus hijas te esperan”, no nos puede estar pasando esto, comenta la señora Angélica, madre de Adrián.
Adrián tiene 27 años de edad, estuvo casado y tiene dos niñas, hasta el día 8 estaba viviendo con sus padres los cuales no han parado de buscarlo desde entonces.
La madre duerme de 3 a 4 horas esperando angustiada en qué momento le hablen por teléfono o le toquen a su puerta para darle noticias de su hijo.
Mi hijo tiene que aparecer, como sea pero que aparezca, necesitamos saber qué pasó, ahorita lo único que nos sostiene es la fe en Dios en que pronto pase todo esto.