No sorprende ya la respuesta del presidente al manifiesto «En defensa de la libertad de expresión», que firmaron 650 destacados intelectuales, artistas y científicos mexicanos, que expresan su preocupación al asedio del mandatario contra la libertad de expresar ideas y a los medios informativos que han criticado sus deplorables estrategias en materia de seguridad, de salud, en materia económica, entre otras y demandaron el fin de los ataques permanentes de AMLO a sus críticos.
Esto ante un panorama que comienza a asemejarse demasiado a lo que pasó con la prensa venezolana, a la que Hugo Chávez toleró poco tiempo y contra la que desplegó una labor de zapa permanente que al paso de los años liquidó la independencia de los medios de ese país, causando la desaparición de medios independientes tan prestigiosos como Radio Caracas Televisión, Globovisión, una treintena de estaciones de radio y diarios centenarios como El Nacional, a los que persiguió, atacó, censuró y luego fue ahogando por medio de acciones legales y boicots económicos.
Dice el presidente que los intelectuales y científicos firmantes ‘deberían pedir disculpas’, pues en su afán demencial de pensar que la realidad es lo que él tiene en su cabeza, asegura que los que demandan que cese sus ataques a la prensa libre, se quedaron callados los pasados 18 años, el nefando para él ‘período neoliberal’, y no censuraron los excesos de sus tres antecesores, hoy convertidos en el summum del mal.
Sobra decir que la calidad moral del grueso de los firmantes, comenzando por el responsable de la publicación, el antropólogo Roger Batra, un verdadero intelectual de izquierda, diluye en la nada las acusaciones presidenciales y que muchos de los 650 que firmaron comulgaron algún día con la figura del hoy presidente, por no hablar de las severas críticas de muchos a los ex-presidentes y sus excesos.
Pero más allá de las filias y las fobias que pueda expresar cualquiera en este diferendo con nombres y apellidos, está la evidencia de la intolerancia del mandatario, quien se presume poseedor y garante de todas las virtudes humanas, lo que en automático ubica a cualquiera de sus críticos, que en este país ya son más que los que aplauden cada ocurrencia presidencial, en el campo de la maldad y la ruindad, que él ser encarga de atribuir cada mañana a cualquiera que disienta.
Más aún, para quien quiera comprobarlo, ahí están las hemerotecas que, como dijo el filósofo español Fernando Savater, son armas que carga el diablo, para que cualquier desmemoriado, incluido el mandatario, puede consultar para que vea las muchas y severas críticas que los medios de este país vertieron contra los ex-presidentes.
La prensa libre mexicana, cuya presencia es fundamental tras el golpe a Excelsior de 1976, que orquestó justamente el único ex-presidente que el actual parece admirar, Luis Echeverría, no sólo fue dura con los muchos excesos de los ex-mandatarios y la figura presidencial fue desacralizada desde el sexenio de López Portillo y duramente atacada desde la elección de Carlos Salinas y ya desafiante a partir del sexenio de Vicente Fox.
Se intentaría oponer a la burlesca contestación del presidente, la evidencia de que nadie calló ante el derroche de Fox de ese capital político que lo levó a Los Pinos, ni ante los muchos yerros de la guerra contra el narco de Calderón, ni las frivolidades de Enrique Peña Nieto, quienes censurados y todos respetaron en lo fundamental nuestra libertad de expresarnos, que es la que él quiere liquidar, aunque ya es hora que entendamos que ninguna evidencia es suficiente para quien se siente en posesión de la verdad.