«Vended vuestros bienes y repartid el producto entre los necesitados».
JESÚS (LUCAS 12:33)
Uno pensaría que sólo un político conservador recurriría a la figura del Papa y citaría el Evangelio para defender sus estrategias. Y quizá sea cierto. El presidente López Obrador lo ha hecho en uno de los videos con los que se está promoviendo en vísperas del segundo informe:
«Tenemos nuestra conciencia tranquila —dijo— y la dicha enorme de ayudarle a la gente humilde, a los más necesitados, a los desposeídos. Los conservadores sostienen de que [sic] estamos llevando al país al comunismo. El Papa Francisco ha dicho que ayudar a los pobres no es comunismo. Es el centro del Evangelio. Es para decirles: ¡tengan para que aprendan!».
Ni el Papa Francisco ni la Iglesia Católica ni el Evangelio son precisamente baluartes del pensamiento liberal. Tampoco el Presidente, aunque al parecer no se ha dado cuenta. El liberalismo es, después de todo, la «actitud que propugna la libertad y la tolerancia en la vida de la sociedad» o «la doctrina política que postula la libertad individual en lo político y la iniciativa privada en lo económico y cultural» (Diccionario, Real Academia), exactamente lo contrario que él pregona.
Es claro que López Obrador no está llevando al país al comunismo. Su filosofía es mucho más confusa. Defiende en general ideas conservadoras e impulsa una visión moralista de la sociedad. Es también un firme creyente del asistencialismo y de lo que el filósofo liberal español Antonio Escohotado ha llamado el «pobrismo cristiano».
En su obra monumental “Los enemigos del comercio: una historia moral de la propiedad”, Escohotado sostiene que el comercio y la propiedad han sido las fuerzas que han permitido la liberación y la prosperidad de la humanidad. Atribuye el inicio de la animadversión hacia el comercio a los profetas Daniel e Isaías, quienes plantearon por primera vez que el comercio es un robo. La idea se fortaleció con la secta de los esenios, a la que pertenecía Juan Bautista, y evolucionó hacia Jesús y el pobrismo cristiano.
El pobrismo cristiano atacó las actividades comerciales y el crédito, que equiparó a la usura. Veía a la pobreza como una forma de santidad. «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de los cielos» (Mateo 19:24). Por eso Jesús expulsó a los mercaderes del templo y por eso predicó «Bienaventurados los pobres, porque de ellos será el reino de los cielos» (Lucas 6:20).
Ni los griegos ni los romanos de la antigüedad rechazaron el comercio o la prosperidad, pero para los primeros cristianos eran símbolos de perversión. Al llegar al poder cerraron el comercio y el crédito, y produjeron el largo período de estancamiento económico y cultural del Medievo.
Cuando Europa, maravillada por la prosperidad de los reinos de oriente, dejó atrás las restricciones económicas, empezaron a surgir la apertura y la prosperidad del Renacimiento, que daría lugar a la Ilustración y después a la libre empresa. Desde entonces hemos vivido el período de mayor prosperidad en la historia.
López Obrador defiende las tesis conservadoras y el pobrismo cristiano. Prefiere mantener pobres a los pobres, regalar pescado antes que enseñar a pescar. Yeidckol Polevnsky, una alta sacerdotisa de su secta, lo explica: «Cuando sacas a gente de la pobreza, y llegan a clase media, se les olvida de dónde vienen, porque la gente piensa como vive, entonces cuando llegan a clase media se les olvida de dónde vienen y quién los sacó».
NO INVESTIGAR
Eleazar Rubio Aldarán, diputado local de MORENA en la Ciudad de México, presentó una iniciativa para convertir nuevamente la difamación en un delito. Argumentó que la labor de los periodistas «es exclusiva de informar, no realizar investigaciones o diligencias para resolver una carpeta de investigación».