En los últimos tiempos hay algo que define con mucha claridad la diferencia entre generaciones, y es que con más frecuencia los jóvenes se sorprenden cada vez más por la capacidad que tenemos los nacidos en los setentas y los sesentas de acordarnos de refranes, dichos y máximas que nos sirven para describir diferentes sucesos, en particular en el tema de la política. Y en efecto, los que todavía tuvimos la suerte de habernos criado con nuestros mayores disponemos de un auténtico arsenal de sentencias que saltan a la menor provocación en nuestras conversaciones como la condensación de una herencia querida que nos conecta con lo popular. Esto crea alrededor de nosotros una especie de comunidad con sabiduría a lo largo del tiempo, sí, pero no nos coloca como una ‘comunidad moral’. A fin de cuentas, la diferencia entre el experto y el sabio está en que el experto conoce de medios, y el sabio conoce de fines, porque en teoría sabe dónde está lo bueno. El sabio, que por antonomasia no es avaro, sabe dónde está lo bueno para el bien común, y el refranero simplemente finge saber mucho de todo esto.
En estos tiempos en que los ancianos vuelven a ocupar nuestras conversaciones y comparten portadas con el debate político de última hora sobre el comportamiento o no ejemplar de quienes aspiran a cargos de elección popular, podemos recordar precisamente aquella sentencia de Plutarco de que la mujer del César no sólo debe ser honrada, sino además parecerlo.
Dejando a un lado lo personal del caso para el propio César, la ventaja de los refranes populares es precisamente su anonimato. A cualquiera le puede caer “como anillo al dedo” esa perla de sabiduría y se puede entonces compartir sin miedo lo bueno que tiene el ejemplo.
Y ya que hablamos del carácter ejemplar, lo fundamental entonces sería caer en la cuenta de que Ética y Estética están obligadas a vivir juntas todo el tiempo. No sólo tenemos obligaciones, sino que en ocasiones debemos además hacer gala de las mismas, pasearlas en sociedad, mostrarlas en público, porque -para el caso específico de los políticos- poder pasearlas en sociedad, sin que prácticamente nadie tenga elementos o pruebas para rebatirla o desmentirla, es la prueba de su ejemplaridad para todos nosotros.
El ejemplo no es excepcional
- Y es que un equívoco muy común es pensar que ser “un ejemplo” tiene que ver sobre todo con ser completa y absolutamente excepcional. Es cierto que quienes pueden presumir ser ejemplo destacan enormemente porque casi siempre es algo exclusivo. Único. El problema de esto es que siempre, en todas las culturas, después de una persona excepcional vienen todos los demás imitadores a disfrutar de la buena vida que aquél o aquélla nos anunciaron.Así, los héroes y heroínas novelescos y sus grandes gestas, el hombre de mundo de éxito que se cubrió de riquezas, no menos que el líder de masas, serán siempre los modelos a seguir para los oportunistas, y es por ello que durante las campañas electorales estamos expuestos en exceso a las arengas de quienes imitan a estos seres de excepción. Por eso no extraña que la relación de ideas más sencilla sea la de copiar el modelo y reproducir sencillamente aquello que se nos muestra como el ejemplo a seguir. Total, es tan sólo una cuestión del just do it, según nos hizo aprender la empresa Nike.Parecerlo… y serloDe acuerdo a Ricardo Gutiérrez Aguilar, Profesor de Filosofía de la Universidad de Alcalá, en España, nadie discute que el carisma es una cualidad estética de toda clase de héroes y líderes, ya sean influencers, vips o representantes públicos. Pero para el caso específico de los aspirantes a políticos vale la pena extender el alcance de la sentencia del César, claro está, y no nos debería valer sin embargo que esos que andan por las calles tratando de convencernos de votar por ellos parezcan honrados: deben ser honrados, y probarlo una y otra vez ante el escrutinio social.Porque, seamos sinceros, parece que en México hemos perdido la brújula. Si hay un rasgo que define a una persona como ejemplar es su excepcionalidad, y eso es precisamente lo que lo hace el centro de atención y se hace con todas las miradas. Un advenedizo, un oportunista o un imitador jamás podrá superar tal hazaña.El consejo del viejo Kant
Para salir de este atolladero, nada mejor que buscar el consejo de los viejos. Y no sólo de quienes aún tenemos la suerte de tener a la mano para consultas sobre la vida y otros líos, sino también del tesoro de otros ancianos que nos precedieron en estos líos, y por supuesto si estamos hablando de política es imposible que no citemos a Immanuel Kant, quien plasmó con profunda sabiduría los artificios estéticos del ser, del parecer, y el “fingir que se parece” en su magnífico libro Crítica del discernimiento, y allí colocó una pieza magistral dedicada a los que creen que el ejemplo sólo lo es si gritan a los cuatro vientos que son excepcionales, cuando en realidad no lo son.
Kant las denominó “máximas del pensar común”, y enfrentan lo que es ‘exclusivo’ a lo que es ‘público’, sin que ninguno de los dos sean valores políticos por sí mismos. Lo común, la comunidad, o el ejemplo de lo público, tiene que ver con asegurarnos de que lo que es excepcional se convierta en un ejemplo que terminemos haciendo todos. Presentadas de forma resumida, estas tres máximas son:
Pensar todo lo que se pueda por uno mismo, porque eso es lo que nos convierte en personas excepcionales: y si es necesario, llevarle la contraria a la norma para lograrlo.
No olvidar que estamos obligados a ponernos en el lugar de las demás personas, y llevar esto incluso a llevarnos la contraria a nosotros mismos.
Ser consecuente en el pensar, y no reservar sólo para nosotros el privilegio de ser excepcionales, porque el ejemplo debe ser llevado siempre, sin ocultamientos ni secretos, a todos los demás.Si nos apegamos a lo que dijo el viejo y sabio Kant, quien está plenamente consciente de ser excepcional, no tendría que tener miedo de ser transparente en ese sentido y publicitarse como tal.
El caso concreto de los políticos modernos es que los únicos elementos de que disponen es una supuesta y fingida excepcionalidad, y si sólo cuentan con eso, los autoproclamados políticos son muy peligrosos, porque su modelo publicitario se basa sólo en el fingir que son personas dignas de admiración y lealtad, y para poder esa mentira sus mercadólogos les maquillan sus pecados, ocultan corruptelas, modifican su historia personal y todo eso lo dulcifican con una gruesa capa de engaños y trampas publicitarias para que ese dizque político pueda funcionar como un producto electoral vendible. Esos son los que deben ser rechazados por los electores, porque su propia publicidad muestra únicamente razones para ser admirados, y ningún tipo de logros sociales y públicos que hayan reportado beneficios a los ciudadanos que dicen quieren ayudar. Una publicidad que se basa sólo en la admiración, y nada de logros, es claramente la trampa para colar entre los electores a personas de muy dudosa reputación, completamente artificiales, sin principios y sin fundamentos éticos.
Un personaje político construido con tan pocos elementos casi siempre comete errores, pues está en su naturaleza no poder soportar una falsa idea de sí mismo, y es entonces cuando surgen los escándalos, las revelaciones, las sorpresas y el consiguiente desengaño de los electores. Cuando un aspirante a político es sorprendido tratando de ocultar lo que realmente es, entonces sólo le quedan dos vías: reconocer todo y aceptar el pasado escabroso -que es difícil y siempre cuesta votos-, o hacerse pato, echarle la culpa a los medios de comunicación o a adversarios imaginarios y seguir como si nada hubiera pasado. Estos últimos son precisamente lo peor de los peores, porque no sólo los nubla por completo su nula capacidad de autocrítica, sino que también revelan que esa será su forma de gobierno, tendiente siempre a ser autócratas que limitan las libertades de los pueblos que terminan gobernando.
La sociedad moderna exige a sus empresarios, a los actores y a los deportistas un impecable desempeño dentro y fuera del escenario público. Algo pasó en el camino que ahora cada vez menos se le exigen principios y fundamentos sólidos a los políticos, cuando debieran ser ellos los primeros en ser auditados en todos los sentidos. Los héroes lo son porque son lo que aspiramos a ser, y hoy más que nunca necesitamos ampliar la exigencia de buenos ejemplos en todos los sentidos y en todos los ámbitos. Tenemos que extender nuestras altas aspiraciones sociales al terreno político, porque ese es justamente el que se supone debe sentar las bases de una sociedad justa, en crecimiento y con oportunidades para todos, y la verdad, los oportunistas son los menos indicados para lograr semejante cometido.
Y ya que hablamos de refranes populares…
“Alcalde tonto, sentencia pronto.”
“La nobleza del señor, hace bueno al servidor.”
“A balazos de plata y bombas de oro, rindió la plaza el moro.”
“Llave de oro, lo abre todo.”
“Cuando el abad está contento, lo está todo el convento.”
“Cuando los que gobiernan hacen lo que deben, los gobernados no hacen lo que quieren.”
“El alcalde de mi pueblo, ¡qué burro tiene que ser!, para mandar en nosotros, que somos más burros que él.”
“Si el alcalde corta pinos, ¿qué no harán los demás vecinos?.”
“El respeto a la ley, comience por el Rey.”
“Dios te guarde de odioso señor, y de compañía de traidor.”
“Como canta el abad, responde el sacristán.”
“Quien puede mandar y manda, en ruegos no se anda.”
“Da el sartenazo, quien tiene la sartén por el mango.”
“Junta de lobos, muerte de ovejas.”
“Quien hace la ley, hace la trampa.”
“Hombre poderoso, casi nunca dichoso.”
“Hacer callar, es saber mandar.”
“Donde manda capitán, no gobierna marinero”
“Aún no es alcalde, y ya quiere comer de balde.”
“Por agarrar una silla, el político, promete villas y Castilla.”
“Agua le pido a Dios, y a los políticos nada.”
“De tres cosas no te has de fiar, de los políticos, del tiempo y de la mar.”
“Donde haya legisladores, no faltarán infractores.”
“No hay gobierno que perdure, ni mal que cien años dure.”
“La pretensión de don Facundo, que no podía gobernar a su mujer y quería gobernar el mundo.”
“Cualquiera es gobernador, si le otorgan ese honor.”
“Cuando se mueve el alcalde, no se mueve en balde.”
“Cuando el río suena, es que agua lleva”.
“El que no transa no avanza”
“Un político pobre es un pobre político»
“Aquí sólo mis chicharrones truenan”
“De lengua me como un taco”
“No todo lo que brilla es oro”
“Un pueblo que elige corruptos no es víctima sino cómplice”
“El hombre pone, Dios dispone, llega el diablo y todo lo descompone”
“Crea fama y échate a dormir”
“Salimos de Guatemala para entrar en Guatepeor”
Este reportaje se publicó originalmente en elreportero.com.mx