México, 2 sep (EFE).- Entrenados para enfrentar al crimen organizado, el Comando de Operaciones Especiales (COE) representa uno de los emblemas de seguridad del nuevo Gobierno de la Ciudad de México para combatir una ola de violencia sin precedentes.
Nacimos «para reforzar la operatividad en diferentes sectores, ya que muchas veces la Policía convencional se encuentra rebasada por la delincuencia como tal», cuenta a Efe el encargado de grupo del COE Alfredo Guzmán a bordo de su unidad durante un recorrido en exclusiva para Efe.
En un convoy de cinco camionetas y unos 20 policías, este cuerpo adscrito a la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México y bautizado en algunos medios como el SWAT chilango -gentilicio de la capital- patrulla el corazón de Tepito, conocido como el barrio bravo y una de las zonas mas peligrosas.
Un grupo de niños saluda a los policías con la mano, aunque muchos otros los miran con recelo.
Un par de golpes en la carrocería de un vehículo por parte de uno de los policías pone al resto de compañeros completamente en alerta.
Tras este aviso, en apenas segundos descienden de la unidad para inspeccionar a un par de jóvenes de actitud sospechosa.
Los agentes buscan cualquier sustancia sospechosa o arma, y les piden la documentación.
A continuación, los policías entran en uno de los muchos vecindarios de Tepito, hallan una pequeña planta de marihuana, que requisan sin interponer denuncia porque nadie fue encontrado cometiendo un delito flagrante.
En otro momento de la ruta, revisan un coche algo destartalado y con matrícula del vecino Estado de México. Aunque tampoco encuentran nada y, tras una encajada de manos, continúan con su ruta.
«Es la prevención del delito en toda su índole», asegura Guzmán, quien equipado con una Glock 9 milímetros, recuerda que su mera presencia ya «inhibe» al crimen.
El pasado 17 de junio, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, presentó este cuerpo y la Unidad Táctica de Apoyo a la Población (UTAP) esgrimiendo una dolorosa verdad.
«La situación en la ciudad no es la que era hace seis años, hace 12 años. Han entrado grupos delincuenciales que requieren de grupos tácticos especiales, y de un Comando de Operaciones Especiales para patrullar y para operaciones específicas», apuntó la alcaldesa flanqueada por COEs en uniforme oscuro, chaleco antibalas, armas largas y cortas y cascos.
Según el Secretariado Ejecutivo Nacional, las cifras hablan por sí solas: entre enero y julio se registraron 1.047 asesinatos, un 13,1 % más frente a los 926 del mismo periodo de hace un año, mientras que se mantuvo la cifra de secuestros y se dispararon, además, los casos de corrupción de menores o trata de personas.
La ola de violencia también se refleja en las páginas de los periódicos, donde aparecen tiroteos en plena calle casi a diario y detenciones de criminales, como la pasada semana la detención del Cindy, presunto líder del llamado Cártel de Tláhuac.
Ello en medio de algunos escándalos, pues el gobierno capitalino actual, del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) del presidente Andrés Manuel López Obrador, ha acusado a la administración anterior, que siempre negó que hubiera cárteles en la capital, de «maquillar» las cifras de violencia durante su mandato.
En este contexto, el COE, compuesto por unos 300 agentes -entre ellos 60 mujeres- se prepara a conciencia con un entrenamiento de dos horas diario que incluye capacitación, acondicionamiento físico, aprendizaje de armas y movimientos tácticos y técnicos.
Para tal fin, recibieron incluso formación del Ejército israelí.
Antes de cada día de trabajo se forman frente a la bandera de México y reciben indicativos, entre ellos un recordatorio sobre la importancia de preservar los derechos humanos, en un país donde las fuerzas de seguridad son a menudo acusadas de violarlos.
UN TRABAJO DE RIESGO Y AGOTADOR
Sus jornadas son extenuantes, de 24 horas con pequeños descansos para comer. Pero a juzgar por la disciplina y el entusiasmo el cansancio parece que no hace mella.
Es el caso de Patricia Peña, con 20 años en el cuerpo: «toda mi familia he sido policía y me gusta. He amado la camiseta, ser policía, estoy orgullosa de lo que soy», afirma a Efe.
Peña se integró al COE tan pronto se configuró, lo vio como una oportunidad de crecimiento dentro de la Policía capitalina, que le da un trabajo «duro pero bonito».
Es madre soltera con dos hijos y el mayor, de 20 años, ya se está formando para ser también agente.
Reconoce que la figura del policía se ha desprestigiado con los años. «Queremos recuperar la confianza de la ciudadanía», dice al admitir que, por culpa de algunos compañeros que cayeron en «malos actos», se perdió el prestigio.
A lo largo de una carrera de media vida, Patricia ha vivido persecuciones, balaceras y todo tipo de situaciones de riesgo. «Al estar aquí uniformados ya estamos corriendo peligro», subraya.
Hay que «tener la cabeza fría y no dejarnos llevar por las emociones» en momentos de crisis, secunda Guzmán, que además está casado con una policía.
Aunque este recorrido ha sido tranquilo, el COE ha intervenido en su corta existencia en varios decomisos de drogas y en la detención de delincuentes armados y presuntos miembros de bandas delictivas.
Cuando acaba la jornada, Peña y Guzmán se quitan una coraza y son Patricia y Alfredo de nuevo.
«Les he dicho a personas que son civiles que soy policía y no me lo creen porque a lo mejor piensan que la mujer no es capaz. (…) Aquí hacemos el papel se podría decir de mala, a lo mejor hasta tengo cara de mala, pero ya en el interior soy otra», confiesa Patricia.