Parece que no fue la mejor de las ideas saltarse las recomendaciones que nos corresponden, al ser un territorio en rojo en el mapa nacional sobre el estado y avance de la pandemia, que en casos activos creció casi 50 por ciento la semana pasada y en el número de decesos se duplicó en el mismo período, aunque hemos de dar por sentado que la decisión está tomada y, salvo que pase algo más grave, la orden es que se abran ya todos los negocios y que la gente se comporte como se le venga en gana.
En el entendido de que la reapertura de negocios y la salida masiva de personas a la calle no ha significado mucho en cuanto a la reactivación económica, hay que recordar que, sumadas las 30 camas con respiradores que instaló la SEDENA, no hay en la Entidad más que poco más de 130 camas de estas características, 70 de las cuales están ya ocupadas para entender que al actual ritmo de crecimiento de contagios y del número de pacientes que requieren ser intubados, en pocos días estaremos ya con problemas de saturación en los hospitales.
Dado este estado de las cosas, lo menos que podemos pedir a las autoridades es que incrementen el número de efectivos y de inspecciones de su Guardia Sanitaria, pues su desempeño deja mucho qué desear sobre todo porque su capacidad de inspeccionar miles de establecimientos ya reabiertos es poca, según se puede ver en cientos de espacios cuyos dueños pensaron que firmar compromiso y recibir un protocolo de medidas preventivas es una licencia para que en su interior todo mundo se comporte como si no pasara nada.