Apenas 24 horas después de la captura de José Antonio Yépez Ortiz, el tristemente célebre ‘el Marro’, se consignaba ya que la cabeza de su grupo criminal habría sido ocupada, siempre presuntamente, por el padre y el hermano de uno de los causantes de la cruenta guerra que bañó a Guanajuato de sangre, hasta convertirlo en el territorio más peligroso y violento del país.
Poco a poco vamos conociendo detalles del operativo federal con que fue atrapado el delincuente, cuya exhibición pública, ya el domingo en tweets y en videos que circularon profusamente en las redes, recuerda aquellas que se realizaban cuando el Gobierno de Felipe Calderón lograba capturar o abatir a algún capo, lo que en su día sirvió nada más para darles notoriedad y crear esa leyenda de éxito que desde entonces arrastró a tantos a las filas del crimen organizado.
No abundaremos en el saldo rojo que vivió y vive Guanajuato luego de que el autodenominado Cartel de Santa Rosa de Lima, en voz justamente del cabecilla capturado, declaró la guerra al CJNG, que multiplicó los hechos violentos, que como sea se hicieron más frecuentes en el Estado vecino desde que grupos procedentes de Michoacán buscaron penetrar en su territorio y así participar, de la peor manera, en la prosperidad de la Entidad, hoy seriamente golpeada por los efectos de violencia.
Ya varios analistas y expertos en asuntos del crimen organizado alertaron que, como sucede tras la captura de un líder delincuencial, las aguas lejos de apaciguarse se van a agitar más, sencillamente por los movimientos de reajuste en la organización que lideraba ‘el Marro’ y por su enfrentamiento abierto con la organización que encabeza Nemesio Rubén Oseguera, cuyos grupos armados, que acaban de dar constancia de su poder de fuego, intentarán penetrar más en ese territorio en disputa.
Eso hace pensar que la zona ya llamada como el ‘Triángulo de las Bermudas de Guanajuato’, que comprende una vasta zona con vértices en León, Irapuato y los Apaseos, lejos de pacificarse en las siguientes semanas se volverá un lugar especialmente peligroso y debe persuadir a cualquiera que tenga que transitar por allí, aunque sea de paso.
Particularmente horrorosas son las historias que se cuentan de lo que sucede en las carreteras, que son dos, que unen a la ciudad de León con la ya jalisciense Lagos de Moreno, especialmente la recién estrenada calzada de cuatro carriles que sustituye al viejo tramo de la carretera libre que usábamos para ir ya a León, a Querétaro o a la Ciudad de México, de tal manera que lo prudente ahora, mientras se confirman o no los pronósticos de más hechos violentos, cuidarnos mucho de circular por otra carretera que no sea la autopista de peaje, parar en gasolinerías y paraderos en sus inmediaciones o detenerse, si el viaje por tierra no es inevitable, antes de sentirse relativamente a salvo ya en territorio queretano, pasando ya la zona sin control donde se encuentra Celaya.