Así en números brutos y aludiendo de nuevo a la última Encuesta de Ocupación del INEGI, de los 12 millones de personas que se quedaron sin empleo, por ahora temporalmente, en México por causa de la pandemia y el parón económico sólo medio millón de ellos eran empleadores y el resto asalariados o personas que se autoemplean en el sector informal.
Ahora bien, al decir empleadores debemos entender que se trata de dueños de pequeñas tiendas, dueños de una pequeña empresa de servicios, digamos una estética, una agencia de viajes, un taller, que no es que sean grandes empresarios, sino que en sus pequeñas unidades de negocio ocupaban a dos, tres o una decena de personas y que con la crisis económica se vieron obligados a cerrar y a despedir a sus empleados, nunca dueños de cadenas departamentales, de grandes factorías o de cualquier negocio de esos que tienen cientos o miles de trabajadores en sus nóminas.
Esto quiere decir que esta crisis y la actitud de que los cierres de empresas eran responsabilidad de sus dueños, “si han de quebrar, pues que quiebren”, se dijo, a los primeros que afectó y los dejó sin sus trabajos y sin sus ingresos fueron a los pobres, por si cabía duda qué significa eso de “primero los pobres”.
Recién estamos asimilando y procesando los datos del empleo que actualizó el INEGI, lo que por cierto molestó mucho a cierta prensa alineada a la llamada 4 T, cuando el CONEVAL informa sobre el impacto de la pandemia del Covid-19 en diferentes grupos de la población mexicana, clasificados por su condición económica.
No sorprende a nadie saber que los más afectados por la pandemia, por la manera en que se ha gestionado, que no combatido, por parte de las autoridades y por la crisis aparejada de nuestro sector sanitario, son precisamente los pobres, tanto en las zonas urbanas, como en las pauperizadas zonas rurales donde, para más colmo, la letalidad es mayor, según los datos del Consejo.
Y es que aunque el aislamiento de las zonas rurales ha permitido una menor presencia de casos de contagio, la carencia de infraestructura y de servicios sanitarios eleva la tasa de mortandad muy por encima de la media nacional, que es de casi 11 por ciento y así es ya de las más altas del mundo.
Tampoco sorprende que las zonas urbanas donde existen altas tasas de miseria, por ejemplo Tijuana, Ciudad Juárez, Acapulco, Veracruz o Villahermosa, la incidencia de los contagios sea mayor y mayor sea la letalidad del virus, por razones obvias como el uso del transporte colectivo, la ausencia de agua potable en los hogares, la necesidad de salir a buscar el pan y la ya referida ausencia de servicios médicos.
Es un juego de palabras, pero como toda broma tiene su fundamento de verdad, ese que dice que los hay que gustan tanto de los pobres, que para ellos lo mejor es multiplicarlos, por aquello de la predicción de la CEPAL que dice que México será uno de los países de la región que más incrementará su número de pobres por estas muchas crisis que padecemos.