CIUDAD DE MÉXICO, febrero 18 (EL UNIVERSAL).-
La inesperada muerte del líder opositor ruso Alexei Navalny deja al presidente estadounidense, Joe Biden, en una posición complicada. Desde que el régimen de Vladimir Putin encarceló a Navalny, Biden advirtió que consideraría al mandatario ruso responsable de cualquier cosa que le pasara.
Tras el deceso, Biden dijo que si bien no se sabe exactamente qué ocurrió con Navalny, en última instancia es culpa de Putin y sus «matones».
«No se equivoquen, Putin es responsable de la muerte de Navalny. Putin es responsable», recalcó durante un discurso en la Casa Blanca. «Lo que le ha ocurrido a Navalni es una prueba más de la brutalidad de Putin. Nadie debe dejarse engañar», añadió. Biden dijo que está «examinando opciones» sobre cómo responder, pero no fue más allá.
Sin embargo, hasta ahora las medidas emprendidas por la administración de Biden contra Rusia por la guerra en Ucrania no han logrado disuadir a Putin de retirarse ni desestabilizado su régimen.
En respuesta a las sanciones estadounidenses y de otros países, Putin ha optado por una economía de guerra, privilegiando el sector de la defensa, reconstruyendo el ejército. Justo están por cumplirse, el próximo 24 de febrero, del inicio de la invasión rusa, sin que haya visos de solución al conflicto. Apenas el viernes, Ucrania anunció el repliegue de sus tropas de una posición al sur de Avdiivka, símbolo de la resistencia, en lo que representa un duro golpe a la moral ucraniana.
Estados Unidos y los países aliados han optado por ayudar a Ucrania con armamento y recursos para evitar que pierda la guerra. Pero en año electoral, al gobierno de Biden le está costando cada vez más trabajo ayudar a Ucrania, ante la presión republicana.
«Occidente se encuentra en una posición realmente peligrosa y frustrante», afirmó al diario The Guardian Elisabeth Braw, miembro del Atlantic Council y autora de un nuevo libro Goodbye Globalization: El retorno de un mundo dividido.
Braw señaló que el régimen de Putin no era como el sistema soviético posterior a Stalin, que por lo general trataba de mantener un barniz de respetabilidad. «Una vez que has decidido, como ha hecho Putin, que no te importa ser visto como un régimen respetable, entonces puedes hacer lo que quieras, y Occidente no puede hacer nada para ejercer influencia sobre ti», advirtió Braw.
De acuerdo con datos del Tesoro estadounidense, las sanciones han tenido un impacto en la economía rusa, que hoy es «es más de un 5% menor de lo que se había previsto antes de la escalada». Apuntó además a la disminución del comercio, la debilidad del rublo y la elevada inflación.
Pero Putin decidió canalizar 40% del gasto público hacia la defensa, para impulsar una economía de guerra. Y creó rutas de contrabando y otras alianzas para contrarrestar los esfuerzos internacionales para aislar la industria armamentística rusa.
«Disminuye la capacidad de Putin para hacer la guerra, así que ayuda, pero es muy difícil de mantener porque aumenta los márgenes de quienes ayudan a Rusia a eludir las sanciones, de modo que eludir las sanciones se convierte en un negocio excesivamente rentable», afirmó Konstantin Sonin, economista político ruso disidente de la Universidad de Chicago a The Guardian.
Según Braw, las sanciones que Occidente ha impuesto a Rusia habrían paralizado al país hace 30 años. Sin embargo, añadió, hoy «hay tantos otros países dispuestos a comerciar con Rusia [que las sanciones] no tienen la contundencia que habrían tenido hace años. Por eso Rusia ha salido bastante bien parada».
Sobre la posibilidad de confiscar activos rusos, la eurodiputada subrayó que primero habría que «demostrar que forman parte de una actividad delictiva o un acto criminal. Habría que emprender investigaciones penales de todo este dinero, y entonces podrían ver qué partes se utilizaron para actividades delictivas, pero no va a ser la mayoría de estos fondos».
Una alternativa podría ser sancionar a hijos de funcionarios rusos, muchos de los cuales viven en Occidente. Pero más allá del impacto que tendría entre la élite rusa, difícilmente derivarían en un cambio de rumbo de Putin, indicó.
Navalny, el líder opositor más conocido de Putin, murió a los 47 años, estando en prisión. Según el Servicio Federal de Prisiones, sufrió un síndrome de muerte súbita. Su cuerpo no ha sido entregado a sus familiares.
Cumplía una sentencia de 19 años por extremismo y en diciembre fue trasladado de la prisión donde se encontraba a otra en Siberia, cerca del Círculo Ártico.