México, 19 jun (EFE).- Miles de personas trabajan en México como recolectores de basura, una profesión difícil que además conlleva discriminación y explotación porque la mayoría de ellos no son contabilizados en censos oficiales y se organizan en rígidas estructuras percibiendo un ínfimo salario.
En la Ciudad de México se estima que a diario se recuperan 1.748 toneladas de desechos a través de la preselección para el reciclaje, de las 13.000 toneladas de basura que genera la capital mexicana, según cifras de la Secretaría de Medio Ambiente de esta urbe.
Tal y como reconocieron a Efe recolectores del gigantesco Bordo Poniente de Nezahualcóyotl, en el Estado de México (colindante con la capital), en el mundo de la basura se padece de discriminación, prestamos impagables, violencia, trabajo infantil e incluso machismo, pues se estima que el 70 % de quienes recolectan son mujeres y niños.
Yolanda (nombre ficticio), madre soltera, declaró este miércoles a Efe que «si no te portas bien, no acatas y no vas con la cuadrilla de limpieza de las calles, tienes problemas» con el sindicato.
Un hombre que solamente se identificó como Eduardo por miedo a represalias detalló que aparte de pepenador -como se conoce en México al recolector de basura- también ejerce el trabajo de barrendero en las calles, una actividad que arranca a las seis de la mañana a diario y alarga por horas.
«El sol es muy fuerte, uno no se puede tapar con nada, porque hay que andar atrás del camión separando el material, subir las cosas y apretarlas», resaltó.
Añadió que para al final del día obtiene con suerte de 100 a 150 pesos diarios (de 5,2 a 7,8 dólares) por la venta de desechos para el reciclaje, aunado a las propinas que a veces le da la gente.
«El trabajo es mugroso (sucio), te encuentras con cada cosa. (…) No hay estabilidad, porque hay que estar cumpliendo con el jefe para que no te diga nada» o te despida, puntualizó.
En relación a esta cruda realidad, Tania Espinosa Sánchez, coordinadora de la ONG de Women in Informal Employment Globalizing and Organizing (WIEGO) en México, dijo a Efe que «los pepenadores son el primer eslabón del reciclado y un sector social que vive en condiciones de trabajo muy precario».
Ello «pese a que los productos que recuperan los adquieren luego grandes empresas que ganan enormes ganancias económicas», agregó.
El sistema de reciclado de productos como es el plástico de botellas PET, comienza con los pepenadores individuales, a quienes se les paga en promedio 3 pesos (unos 0,16 dólares) por kilogramo.
La siguiente fase de la cadena la protagonizan los acopiadores, que lo revenden a unos 5 pesos (unos 0,26 dólares) en bultos de varias toneladas y lo manda a plantas de reciclado de gran tamaño.
WIEGO realizó el Proyecto de Reconocimiento de la Situación de Derechos Humanos de los Recicladores en Latinoamérica.
En el caso de la Ciudad de México, la organización denunció al actual gobierno capitalino por su plan de austeridad en el manejo de la basura.
Además resaltó que el gobierno capitalino impulsa un nuevo Plan de Gestión Integral de Residuos Sólidos para la ciudad, en donde se desconoce si este incluirá a los recicladores y se buscará formalizar su trabajo, o si se les dejará en la indefinición y con el riesgo de perder su fuente de empleo.
En ese tenor, la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México denunció en 2016 que existe el permiso «gubernamental de que estos trabajadores y trabajadoras informales presten un servicio público en condiciones indignas, inseguras e insalubres, (por lo que) el gobierno no está protegiendo a un sector vulnerable ni garantizando un trabajo digno».
El informe de WIEGO señala que se debe reconocer a los trabajadores e incorporarlos al sistema para que tengan leyes que les protejan.
De esta manera, se podría evitar su discriminación y finalmente analizar si la política del gobierno capitalino es viable o no.
Finalmente, Carlos Scheel, profesor Emérito en el EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey, dijo a Efe que en el caso de los recolectores se requiere un «sistema circular de valor, que incluya lo ambiental y social en donde se apoye a comunidades en zonas vulnerables y se eleve la dignidad de estas personas», enfatizó.
Pues aseveró que no solo es «comprarles el producto, sino generar las condiciones sociales para que no toda su vida sean pepenadores», agregó.