Siete largos años y meses pasaron ya desde el deceso de Hugo Chávez, quien gobernó, o desgobernó, a Venezuela desde 1999 hasta la fecha de su muerte en marzo del 2013, catorce años en que se sembraron las semillas de la división entre los venezolanos, una labor que su heredero y sucesor Nicolás Maduro se ha encargado de prolongar desde ese año y hasta la fecha, dividiendo al pueblo de su país en dos bandos: los anti chavistas y los chavistas, que cada vez son menos pero cada vez son más violentos e influyen a las fuerzas armadas de ese país suramericano.
Tan temprano como 206 los venezolanos se encontraban ya divididos y decenas de miles, primero de las capas altas y luego de todos los sectores sociales, han emigrado a Colombia, Estados Unidos y México, donde ahora las jovencitas venezolanas son víctimas de redes de trata, una penosa situación que es visible incluso en esta ciudad.
El asunto es que quienes ven a futuro, ven que entre las muchas y arduas tareas que se necesitarán para reconstruir un país roto, en lo económico y en lo social, no es la reedificación del aparato productivo, inexistente para términos prácticos, la que más esfuerzos exige, sino la ingente tarea de tratar de reunificar como un solo cuerpo a una sociedad rota.
De eso habló antenoche Jill Biden, la esposa del ya candidato demócrata para las elecciones de noviembre en los Estados Unidos, Joe Biden, quien es una profesora universitaria, de proverbial discreción, que seguramente será en noviembre la próxima Primera Dama de la Unión Americana, de confirmarse la ventaja que dan las encuestas a su marido, y que dijo que el reto de su marido será, antes que cualquier otra cosa, reunificar a la sociedad estadounidense.
Y es que basta recordar la manera en que Trump agitó a la nación rural para ganar unas elecciones donde tuvo menos votos que su rival demócrata, Hillary Clinton, pues mientras la ex-Primera Dama consiguió 3 millones de votos más que el magnate, el republicano no ganó, incluso en Estados de mayoría para su partido, ni una sola población con más de 50 mil habitantes, lo que habla de una nación cuyas divisiones supo el hoy presidente de Estados Unidos agitar y profundizar para sus fines.
Hablamos de esto cuando nuestro país y nuestro pueblo cayó ya en la trampa de la llamada 4T, cuyo líder nos vendió la idea de los dos Méxicos, el fifí y el chairo, el malo y el bueno, el justo y el corrupto, cuyas divisiones hoy se profundizan, un tema preocupante y evidente, basta para comprobarlo darse una sumergida en las redes sociales y amenazan la convivencia general, en el entendido de que el mandatario quebrantó todo lo que podía quebrantar, particularmente su compromiso de gobernar para todos.
Muchos de los opositores a AMLO han caído en la celada y suelen caracterizar a los que apoyan al mandatario, que en el fondo hace las veces del jefe de una tribu, como ‘pejezombies’ y ‘chairos’, lo que es entrar en esa dialéctica que se manifiesta un día sí y otro también y que tanto sirve a los fines de aquel que sabe que entre una ciudadanía partida es donde ellos llevan la ganancia, sin entender que lo que está por romperse, tras una labor que no alcanza ni los dos años, no se va a pegar con cinta adhesiva.