Barcelona (España), 17 ene (EFE).- El historiador del cine Román Gubern, que acaba de publicar el libro «Un cinéfilo en el Vaticano», y que se mueve entre la anécdota vivencial y las memorias históricas, considera que el Vaticano se encuentra hoy en una encrucijada, «con un largo pasado y un futuro incierto».
Gubern, entonces director del Instituto Cervantes en Roma, formó parte de la comisión pontificia de expertos que elaboró una lista de las mejores películas de la historia con motivo de la celebración del centenario del cine, en la que era «un laico sospechoso», explicó este viernes en la presentación del libro.
Agradecido por aquella invitación pontificia, Gubern no puede evitar la crítica y confiesa que aceptó el encargo del editor Jorge Herralde de escribir el libro porque «habían pasado 25 años de los hechos narrados, que es un período de cautela de protección de la intimidad, y mi jefe en aquella comisión, el entonces arzobispo Foley, ya había fallecido, lo que me liberaba de las obligaciones morales de la prudencia».
La novela «Un yanki en la corte del rey Arturo» de Mark Twain fue «el modelo supratextual» que siguió para escribir este libro, sin abandonar el tono irónico y sarcástico de alguien que se vio sorprendido al descubrir «un Vaticano monumental, majestuoso, distante, cueva de secretos, enigmático y misterioso».
Su participación en aquella comisión no fue una balsa de aceite sino que hubo «desencuentros», y uno de ellos se produjo después de que Foley le encargara un informe sobre Cine y Universidad, y situara en el mismo nivel a personajes cinematográficos como Napoleón, Espartaco, Gerónimo y Jesucristo: «A partir de ese momento las relaciones no fueron idílicas sin dejar de ser corteses, pero aquello me convirtió en el laico oficial».
De todas las propuestas que Gubern hizo solo pasó a la lista definitiva «La strada», de Fellini, y recuerda con «perplejidad» que uno de los curas propuso que entrara en esa lista «Viridiana», de Buñuel, como «una película criptocristiana, pero finalmente no entró, aunque sí ‘Nazarín'»
Curiosamente, añade Gubern, «Nazarín» no obtuvo en Cannes el premio del jurado católico por las declaraciones que Buñuel hizo poco antes en las que dijo que «gracias a Dios sigo siendo ateo».
La coexistencia de dos papas invita al autor a decir que «ambos encarnan las dos Romas y las contradicciones internas del Vaticano, la dogmática europea frente a la modernidad tercermundista» y ante esto ve «un futuro incierto, pues quedan por resolver cuestiones como el tercer mundo, los curas casados o las mujeres sacerdotes, que costará porque hay una lucha sorda de bandas entre integristas y reformistas».
Gubern, casi ungido como un cardenal, con su habitual bufanda roja y un bastón que bien podría ser un báculo episcopal, evoca aquellas reuniones en las que se codeó con cardenales y gente de la curia, que siempre comenzaban con el Padrenuestro en latín.
La propuesta le permitió indagar en la poco conocida Filmoteca Vaticana, su colección de películas religiosas y las leyendas en torno a otro tipo de materiales; y participar en la designación del santo patrono del cine.
Sobre esos fondos, Gubern piensa que «es más probable que en los archivos secretos haya las películas anticatólicas que filmó la Unión Soviética, que no cine porno».
También expresa su perplejidad cuando descubrió que «Liliana Cavani, la directora de ‘Portero de noche’ y ‘La piel’ fuera uno de los iconos referentes del cine católico». «El mundo es complejo», recalca.
Si en aquellos tiempos hubiera estallado el escándalo de la pederastia en la Iglesia, Gubern afirma que no habría participado en la comisión.
Por Jose Oliva