México.- Nunca antes había tenido México a un presidente con un discurso tan vehemente contra la corrupción como Andrés Manuel López Obrador, pero los escándalos de conflictos de interés y de adjudicaciones públicas dentro de su gabinete han empañado su principal batalla.
«Erradicar la corrupción será la misión principal del nuevo Gobierno. Bajo ninguna circunstancia el próximo presidente permitirá la corrupción y la impunidad», anunció en la noche electoral del 1 de julio de 2018, tras arrasar en los comicios.
El que fue considerado el primer presidente izquierdista del país en décadas, prometió que «sea quien sea será castigado», incluidos «amigos y familiares», advirtió al lado de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller.
Dos años después de esa promesa, López Obrador reitera una y otra vez que «se acabó la corrupción», pero ¿qué hay de cierto en ello?
MÁS DISCURSO QUE RESULTADOS
«El problema con la corrupción en la actual administración es que está más en el discurso que en medidas concretas», dijo este lunes a Efe Ricardo Alvarado, investigador de la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI).
La medida estrella de López Obrador fue impulsar una polémica reforma legal que establece prisión preventiva sin fianza para los acusados de delitos asociados a la corrupción.
Alvarado criticó que «se está privilegiando el encerrar a personas antes que hacer justicia» y señaló que todavía faltan medidas y presupuesto para «desmantelar la red de corrupción dentro de la administración».
Pero el discurso del presidente es otro, y asegura que su Gobierno se ha ahorrado cerca de 9.000 millones de dólares gracias al combate a la corrupción.
«No nos ha enseñado un solo documento que demuestre que se ha recuperado un solo peso», advirtió el asesor anticorrupción Max Kaiser.
Los datos oficiales son algo ambiguos. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2019 se redujo un 4,5 % la percepción de los mexicanos sobre corrupción a su alrededor, pero la tasa de ciudadanos que experimentaron algún acto de corrupción por parte de la administración aumentó un 7,5 %.
Además, la gran promesa de López Obrador de denunciar por corrupción a su predecesor, Enrique Peña Nieto, parece haber quedado en papel mojado y oficialmente solo se investiga a Emilio Lozoya, exdirector de Pemex arrestado en España.
«Se acusó al Gobierno de Peña Nieto de ser el más corrupto de la historia y en 18 meses no hay una sola sentencia de un servidor público de alto nivel», subrayó Kaiser.
UN CALDO DE CULTIVO PARA CORRUPTOS
Para un efectivo combate a la corrupción no basta con la persecución de corruptos, sino que hay que atajar los factores que la facilitan.
El Gobierno de López Obrador ha demostrado algunas fallas en ese sentido, como el incremento de contratos gubernamentales adjudicados de forma directa sin concurso público, los cuales representan el 77 % de las adjudicaciones, según MCCI.
De acuerdo con Alvarado, otro de los factores que propician la corrupción es la concentración de poder y este Gobierno destaca por «la discrecionalidad del poder en el presiente de la República».
López Obrador es abiertamente reacio a los organismos públicos que no dependen del Gobierno, como el instituto electoral, la institución que combate la discriminación en México o la comisión reguladora de la energía, porque los considera un foco de corrupción.
Esta visión lo ha llevado a debilitar el presupuesto del Sistema Nacional Anticorrupción, una instancia independiente creada en 2016 para coordinar el combate a este fenómeno.
«La reducción de los sueldos en el Gobierno, las adjudicaciones directas y la insuficiencia presupuestal de los mecanismos anticorrupción se están juntando y son todos factores de riesgo para la corrupción», señaló Kaiser.
A esto, no ayuda el hecho que el presidente muestre su apoyo a funcionarios señalados por irregularidades, como Manuel Bartlett, director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), denunciado por omisiones en su declaración patrimonial.
«Esto lo que hace es mandar el mensaje a los funcionarios que lo único que tienen que hacer cuando tengan problemas es ser leales al presidente», añadió el experto..
¿SE PUEDE ACABAR LA CORRUPCIÓN?
A pesar de no haber logrado unos resultados claros, López Obrador sostiene que «se acabó la corrupción» en el país, dado que el presidente ya no ampara a los corruptos dentro de la administración.
Pero surgen dudas de si este es un buen enfoque. ¿Se puede acabar con la corrupción?
«Es una de las expresiones más atrevidas que he escuchado a un presidente de un Estado democrático. Si un político dice que acabará con la corrupción, está mintiendo o no tiene ni idea de cómo es el fenómeno», opinó Kaiser.
Este asesor explicó que países como Dinamarca o Suecia «saben que tienen mucha corrupción pero simplemente la tienen contenida».
Y es que los expertos creen que es imposible erradicar la corrupción del todo, pero se puede controlar con políticas públicas.
Alvarado opinó que «lo importante es combatir los efectos devastadores» como los grandes robos dentro de la administración o los sobornos en autoridades municipales y estatales.
«La corrupción es como la humedad en las casas. Uno la puede frenar pero luego el problema regresa. Siempre puede surgir un nuevo mecanismo que permita desviar recursos», apuntó.