Hace cosa de un mes AMLO habló de Roosevelt y aquel plan, que en realidad fueron varios, que la historia económica caracteriza como el “New Deal” y que sirvió para transitar desde la crisis bursátil de 1929 a la recuperación del capitalismo estadounidense, para extenderse ayer y decir que su plan de recuperación económica se parece, pero “no es igual”, al que hace casi cien años sacó a los Estados Unidos de la peor crisis económica de su historia.
Y aquí es donde hay que recurrir a los “expertos” y a los “tecnócratas” que tanto desprecia el presidente, pues el plan que llevó adelante Roosevelt, más que una idea de su propia creación, fue el resultado del concurso de numerosos expertos en asuntos políticos, sociales y sobre todo económicos, comenzando por el considerado el ideólogo del “Nuevo Trato”, Raymond Moley, que inspiró la primera parte del programa.
Antes de eso, de 1929 a 1932, Herbert Hoover, intentó gestionar la crisis, sin un plan de choque, lo que profundizó el descalabro económico y llevó, en 1932 a Roosevelt a la Casa Blanca, tras lo cual y asesorado por Moley, el trigésimo cuarto presidente de la Unión Americana, emprendió el primer plan, el de “los cien días”, que reformó el sistema monetario y bancario del país vecino y detuvo la caída, tras lo cual vendrían siete largos años de recesión.
Luego de esta primera etapa el programa económico se prolongó, con ideas que Roosevelt fue tomando de expertos, la mayoría de ellos, catedráticos de economía, una ciencia que AMLO desconoce si leemos su ensayo reciente, principalmente de las universidades de la Costa Este, la llamada Ivy League, entre los que se destacan John Kennet Galbraith, Hyman Minsky, Marriner Stoddard, Stuart Chase y otros tantos, conocidos en su día como los “Brain Trust”, cuyas ideas sostuvieron el largo esfuerzo por salir de la recesión, contando con el hecho indiscutible de que ésta estaba vigente en 1939, el año del inicio de la Segunda Guerra, y que fue este conflicto el que finalmente logró dinamizar de nuevo la economía estadounidense.
Hace falta más espacio para entender la complejidad de las sucesivas acciones del “New Deal”, que como sea buscaba una política de pleno empleo, el rescate de la industria nacional —un asunto que AMLO estima innecesario—, un sistema que dio pie al precario estado de bienestar de nuestros vecinos y la valoración de un factor que introdujo el británico Keynes, sobre la intervención del consumidor y el dinero, de hecho su velocidad, en un sistema económico sano.
Con la salvedad de las pretensiones del pleno empleo, empleo precario según lo presentó ayer el mismo presidente, incluido el que se ofrece de manera dudosa con programas cuya opacidad es absoluta, como el de los jóvenes que construyen el futuro o algo así, no vemos nada que se parezca un poco, salvo el afán intervencionista de esta administración federal.
Un dato relevante es que el “New Deal” hizo crecer el déficit público de los Estados Unidos y jamás logró conseguir el pleno empleo, pues en la víspera de la Segunda Guerra el desempleo afectaba a más de once millones de estadounidenses, aunque significó en su día importantes avances en materia social y sobre todo fortaleció la democracia del país vecino, para tener así un punto de referencia y saber qué tan dispares son aquellos planes de cualquier cosa que sea que se esté haciendo aquí.