Damos por sentado que saldrá agua limpia cuando abrimos una llave, toda la que queramos, en el momento que la necesitemos.
Es muy fácil olvidar que éste es un increíble logro humano, y una de sus más grandes luchas. Es tan importante este pináculo del desarrollo, que basta decir que las civilizaciones que la aprovecharon crecieron, y las que no lo hicieron, cayeron.
Hoy, siete de cada diez personas en el planeta cuentan con agua corriente en sus casas, y cada una de ellas abre la llave con toda la confianza de que saldrá.
Pero esos días podrían terminarse, y más pronto de lo que creemos podríamos correr la misma suerte que se pronosticó para Ciudad del Cabo, que es la primera gran ciudad del mundo en planear cortar indefinidamente el suministro de agua potable, dejando a cuatro millones de personas sin este servicio, lo que significará que tendrán que buscar sus raciones de agua limpia y que deberán hacer filas para obtenerla.
El “día cero” para esta ciudad no es exclusivo de Sudáfrica. Otras grandes ciudades como Sao Paulo, Melbourne, Yakarta, Londres, Beijing, Estambul, Tokio, Bangalore, Barcelona y Ciudad de México —si, nuestra Ciudad de México—, verán llegar ese fatídico momento en las próximas décadas, a menos que su uso de agua limpia cambie radicalmente.
El que hayamos llegado a este horrible punto tiene su origen en la errónea percepción de que tenemos cantidades copiosas de agua corriente, y que todos tenemos acceso a ella porque sale de todas las llaves, y eso es ya un problema.
De hecho, para el 2040, o sea en 19 años, la mayoría del mundo no tendrá agua apta para consumo humano para cubrir la demanda anual, y a pesar de las advertencias, la escasez del vital líquido sólo ha empeorado, y ahora estamos en un delicadísimo punto de inflexión en donde si no tenemos cuidado, se nos puede salir de las manos con desastrosas consecuencias.
¿Cómo es posible que hayamos creado un mundo donde no hay suficiente del recurso más valioso que tenemos?… Y mientras crece esta crisis, es inevitable que especulemos ¿cómo se verá el nuevo mundo cuando esta crisis nos explote en la cara?
A la Tierra siempre le hemos dicho “el planeta azul” por una muy justificada razón, pues no hay escasez de agua. Tenemos 1,260 trillones de litros, y siempre la tendremos. Puede convertirse en hielo o evaporarse al aire, pero no sale del planeta.
Cualquiera diría que para qué la hacemos de emoción con tanta disponibilidad de agua, pero el asunto es que de todo ese montón de líquido del que disponemos el 97%, es agua de mar, y el dos por ciento está atrapada en el hielo polar, así que en realidad la humanidad sólo puede disponer del 1% del agua que hay en el mundo para sobrevivir.
Así que es importante dejar en claro a qué nos referimos cuando se nos está acabando el agua, pues en realidad se trata de nuestra capacidad de acceso al recurso hídrico apto para el consumo humano: la posibilidad de utilizar y aprovechar el minúsculo porcentaje de agua potable en el planeta depende de dónde vivimos.
Para poner un par de ejemplos elocuentes, Kuwait es uno de los países más pobres en términos de agua per cápita, y Canadá, uno de los más ricos. Si los comparamos, resulta que Canadá tiene diez mil veces más agua potable que Kuwait.
También importa dónde está el agua. Volvamos al raquítico uno por ciento del agua que podemos usar en el planeta. Resulta que casi el 70 por ciento de ese recurso es subterráneo, donde es más difícil y caro de obtener. Por eso no debe causarnos ninguna sorpresa que más del 90% de la población mundial esté instalada cerca de aguas superficiales, como ríos y lagos.
Cierto es que hemos mejorado sustancialmente el acceso al agua subterránea, pero hay un detalle que lo echa a perder todo, y es que resulta que los depósitos de agua, llamados acuíferos, se han acumulado por milenios, y a su vez tomará milenios para que vuelvan a llenarse.
Dicho de otra forma, la lógica que los mexicanos debimos haber aplicado es pensar en el agua subterránea como si fueran ahorros, utilizándola sólo para los momentos graves, como las sequías.
Sacar el agua subterránea tiene otro efecto colateral, pues comprime el suelo y es por ello que la Ciudad de México y otros grandes asentamientos se están hundiendo a un ritmo de 20 centímetros por año en algunos lugares.
Y para poner peor las cosas, hay más gente en la Tierra consumiendo más agua. En este siglo el consumo de agua se ha elevado siete veces, mientras que la lluvia y la nieve con la que contamos para regar cultivos y rellenar ríos y lagos se vuelve menos confiable, porque con el cambio climático el agua disponible varía, y cada vez vemos más áreas en el mundo que experimentan períodos de sequía mucho más extensos.
Pero éste no es el único problema, sino cómo usamos la poca agua apta para nuestro consumo.
Los humanos necesitamos más de tres litros de agua al día, con todo y cepillarnos los dientes y lavarnos las manos. Pero cada vez que vamos al baño, usamos diez litros.
Y sin embargo, ese proceso de desperdicio de agua de todos nosotros sólo representa el 8% del consumo anual. La industria se lleva el 22 por ciento, y la agricultura el 70%, incluyendo la comida y los productos que usamos.
Por ejemplo, una Coca Cola no es sólo el agua que contiene la bebida, sino la implícita en el proceso de su manufactura, que eleva la cantidad a 35 litros utilizados por cada botella producida.
Y así podemos hacer una lista de gasto escalofriante: nos gastamos setenta y cuatro litros de agua por cada vaso de cerveza; 130 litros por cada taza de café; 1,608 litros por cada kilo de pan; 5,060 litros por cada kilo de queso; 140 litros por cada durazno; 160 litros por cada plátano, y 2,500 litros por cada playera de algodón.
Pero nada absolutamente consume tanta agua como la producción de carne.
La alfalfa es un ingrediente común del alimento de ganado, y cultivar un kilogramo requiere 510 litros de agua, y una vaca promedio consume 12 kilogramos de alimento al día.
Así resulta que una hamburguesa promedio requiere 1,650 litros de agua, lo que se traduce en un gasto de más de 15 mil litros de agua por cada kilo de hamburguesas.
Hoy resulta que todo el mundo come cada vez más y más como los estadounidenses: dietas altas en calorías con más carne. Pero el desequilibrio radica en que los granjeros de Estados Unidos prácticamente no pagan por el agua que consumen, así que eso no sólo explica por qué las hamburguesas son más baratas allá, sino que somete a presiones extra el consumo del agua en otros países cuyos ciudadanos se mueren por comer como los estadounidenses.
Es una apuesta perdida. Más temprano que tarde esta tendencia deberá cambiar, y no sólo los ecologistas lo dicen, sino que también los mandones de la economía ya vieron el gran negocio en el que se puede convertir la escasez de agua potable. Por ejemplo, el banco Goldman Sachs predijo que el agua será el petróleo del siglo 21, además de que intereses privados, como fondos de cobertura, comenzaron a comprar agua, lo que ha desatado el miedo de que se aprovechen de la carencia para obtener ganancias.
Todo el mundo le tiene terror a que aumente el costo del agua, de hecho en Aguascalientes el agua es relativamente cara comparada con el resto de México, pero la realidad es que esto puede tener beneficios, de entrada porque de esa forma no cometeríamos el estúpido error de cultivar cosas que no tienen sentido en lugares áridos, y porque económicamente no sirve.
Incrementar el costo del agua también evitaría que el actual 95% de la tierra irrigada de cultivo en el mundo use el método de irrigación más ineficiente, que consiste en simplemente inundar los campos.
Si el agua tuviera mayor precio, los Gobiernos podrían creer que vale la pena reparar la infraestructura, porque ahora simplemente no estamos invirtiendo los recursos financieros necesarios para hacer un buen sistema de mantenimiento.
Mientras aumenta la tensión por el agua, los Gobiernos consideran cada vez más seriamente una idea que alguna vez fue considerada totalmente disparatada: crear agua.
La desalinización del agua de mar se ha duplicado en la última década, pero la cantidad producida al año apenas llega al 1% del agua que usamos. Lamentablemente, este proceso está aún muy lejos de ser el santo grial de los avances, pues es muy costoso y requiere de muchísima energía, lo cual por ahora lo convierte en un esfuerzo económicamente inviable.
Esto nos lleva a una aterradora conclusión: la desalinización requiere que sea viable económicamente, y eso sucederá cuando de verdad no nos quede más remedio que pagar por este costoso proceso. Y parece que vamos precisamente por ese camino.
El agua no es como el petróleo, ni como cualquier otro producto básico. Es un tema de supervivencia, porque sin agua nos morimos.
En 2010 la ONU reconoció el acceso al agua e instalaciones sanitarias como derecho humano. En el papel se ve muy bonito, pero en realidad ese es el desafío de nuestra crisis de agua: lograr que las personas valoren un recurso invaluable mientras nos aseguramos que todos lo tengan.
La Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 28 de julio de 2010 que son necesarios entre 50 y 100 litros diarios por persona, y hasta allí todos de acuerdo, sin duda, pero el problema es que cuando se llega a la sugerencia de que su costo no sea mayor al 3% de los ingresos del hogar la cosa se pone complicada, porque cada vez cuesta más extraer y distribuir el agua.
Claramente tenemos que fijar el precio de forma tal que se protejan las necesidades humanas básicas. El hecho de que todos necesitemos agua hace a esta crisis especialmente difícil. Pero también puede inspirarnos a actuar de formas excepcionales para resolverla.
El “día cero” de Ciudad del Cabo se programó para el 21 de abril de 2018, pero la gente empezó a generar sus propios esquemas de conservación del agua colocando depósitos instalados para recoger el agua de lluvia, poner cubetas bajo cada llave para no desperdiciar ni una gota, aprenderse lo que gasta cada programa de la lavadora o bañarse a toda prisa son algunos trucos con los que los ciudadanos lograron ceñirse al límite de 50 litros por persona al día impuesto por las autoridades municipales.
El anunciado “día cero” terminó por no llegar, porque la gente tomó conciencia del monstruoso problema por venir, a tal grado que el consumo de agua se redujo a menos de la mitad que cuatro años antes. Además, la ciudad tuvo un momento de suerte, pues comenzó a llover, lo cual bajó bastante la presión para las autoridades y permitió a los ciudadanos poner en práctica nuevos sistemas de recolección de agua de lluvia.
Actualmente, Ciudad del Cabo ha suspendido, pero no retirado, el conteo regresivo para el “día cero”. Pero las enseñanzas que nos ha proporcionado son valiosísimas, pues nos mostró lo que los humanos somos capaces de hacer cuando se trata de conservar uno de los bienes más preciados que tenemos.
El secreto es reconocer cuán valiosa es el agua antes de que se termine, y recordar que nuestros destinos están unidos a lo que sale de la llave.
La Ciudad de México se fundó en un lago, pero hoy en día la relación de los mexicanos con el agua es muy distante. Es vital recuperar nuestra conciencia histórica con el agua, y podemos hacerlo mediante muchas acciones que ya se están llevando a cabo en otros países para ahorrarla, pero sobre todo, y mucho más importante, para ser conscientes de que el agua tiene un enorme valor para todos.