En el ocaso de la vida suena a ingratitud que personas de la tercera edad que teniendo familiares que pueden velar por ellas, terminan su paso por este mundo en refugios o en asilos.
Ayer denunciaba la dirigente de la asociación Mujer Contemporánea, que no pocas féminas de la tercera edad han sido desalojadas de sus casas por sus propias familias, que se supone son quien tiene que cuidarlas, argumentando, en la mayoría de los casos, la pobreza económica, exacerbada, dicen, por el encierro obligado por la pandemia, aunque eso suena a pretexto.
Pero este fenómeno no se da sólo en esos niveles, sino prácticamente en todos los estratos sociales, cuando hombres y mujeres con juventud acumulada terminan solos, abandonados y hasta maltratados.
Hace pocos días circuló profusamente en redes sociales una petición de ayuda para un hombre de la tercera edad que está muy enfermo y que literal, fue abandonado en un lote baldío; vecinos se compadecieron de él, pero todas las puertas oficiales que se tocaron pues no dieron una buena respuesta.
Injusto, a todas luces, es que después de ser hombres y mujeres productivos, que seguramente trabajaron cuando tenían que hacerlo descuidando a los suyos por llevar la comida a la mesa, ahora tengan que depender de ajenos a su entorno para ser cuidados, ya que por la misma naturaleza de su edad necesitan atención constante, pero sobre todo cariño.
Obvio, no se sugiere siquiera que un asilo, un albergue o una casa de retiro sea una mala opción, no, eso no, lo que mueve las fibras es que esas personas merecen estar rodeados de sus seres queridos, pero que por la vorágine de la vida actual postergan las cosas importantes, cuando una de ellas es, precisamente, la atención a quienes nos anteceden, como ellos lo hicieron con nosotros cuando lo necesitamos.
Asilos muy dignos, privados y públicos, asisten a decenas de abuelitos que merecen ser tratados con respeto y con paciencia, pero muchos otros deambulan por las calles de Aguascalientes pidiendo la caridad pública y otros tantos viven solos, dependiendo su sobrevivencia de sus magras pensiones, si es que las tienen.
Recordemos el caso de los “cerillitos” de la tercera edad a los que momentáneamente grandes tiendas comerciales les cerraron su fuente de trabajo, por cuestiones sanitarias, dijeron, y que de plano levantaron la voz para pedir un trabajo que les permitiera ganar el sustento diario.
Lastima, o debería lastimarnos como sociedad, no dar una vida digna a los que nos antecedieron, pero recordemos: “así como te ves me vi, así como me ves, te verás”, tiempo al tiempo.