A veces siento que mi vida es menos que una hoja seca cayendo de la rama de un árbol. Despierto, pasan las horas, llega la noche, el hastío me vence, duermo, y al día siguiente, al amanecer, sin saber por qué o para qué, vuelvo a despertar. Un reloj de arena es más divertido que el latido de mi corazón.
Por puro reflejo es que bostezo a todas horas del día, suspiro sin saber por qué y estornudo a la menor cantidad de polvo.
Mis días son un costal de quejas. Es tan patético esto que me pasa. Me quejo de mí, de lo que hago y de lo que dejo de hacer. Día tras día es igual. No es una rutina, pero esta vida comienza a parecer monótona.
La inmensa mayoría del tiempo no sé hacia dónde voy. Soy un náufrago. Me siento perdido en el océano y apenas estoy en un pequeño chapoteadero rodeado por niños que se divierten.
¿No se dan cuenta que solamente estoy flotando y no tardo en hundirme?
Soy menos que un grano de arena en la playa, inmensamente pequeño, es más una gota de agua en los océanos que yo. ¿Qué hago aquí?
Hay momentos que me siento tan vacío, tan sin sentido en este mundo, tan de sobra. Me voy al sillón, me recuesto y duermo. Si no despierto quiero que no intenten despertarme, quiero seguir dormido.
Si ven que este cuerpo corre el riesgo de podrirse, échenlo al monte y que los animales se alimenten de esta porquería, que al menos la carroña sirva de algo.
No sé cómo voy a morir. Hace años una mujer me quiso advertir sobre mi muerte, pero le pedí que no me dijera, quiero que ese paso sea una sorpresa. Que al menos algo me sorprenda.
Si tocas la puerta de mi vida escucharás que está hueca, sé que soy polvo y que el líquido de mi cuerpo, cuando fallezca, apestará como el peor del drenaje.
Sé que todo bajo el sol y la luna tiene un principio y un fin, hoy estoy aquí, mañana no sé.
Si el último día de mi vida me la paso dormido, así será y ni modo. Si paso los últimos minutos viviendo una mentira, la muerte se encargará de regresarme a la realidad.
Mi habitación es un desorden y es el mejor reflejo de mi existencia sin sentido. Siempre tengo frío y me quejo del calor. Nada me satisface.
Quiero estar lejos de mí. No me soporto. Esto parece un eterno domingo al anochecer, justo cuando no hay nada divertido que hacer y estás a punto de regresar al lunes de las obligaciones.
A veces lloro sin derramar lágrimas. Me siento triste, es una melancolía constante, es suspirar y volver a suspirar. Es una sed que no se apaga con agua y un hambre que no calma el pan.
Quiero la vida, pero siento que ya no la quiero como antes la quise. No soy la persona que vi años atrás en un espejo. El tiempo, como viento sobre la arena, me modificó, me transformó, me deformó. Si hoy volviera al ayer, no me reconocería.
Llegó la primavera, pero este invierno se ha estancado en mí. No tengo ilusiones, vivo sobre el hielo, en un profundo silencio, y a pesar de estar bajo los rayos del sol, siempre tengo frío.