Cristina Sánchez Reyes y Ammy Ravelo
México, 12 jul (EFE).- Problemas para relacionarse y para cumplir sus metas académicas fueron solo algunos de los conflictos que vivió Verónica Martín hasta los 30 años, cuando finalmente le diagnosticaron Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
En el marco del Día Mundial del TDAH que se celebra cada 13 de julio, Verónica cuenta a Efe que en su infancia era una niña muy inquieta, inteligente, pero con bajo rendimiento escolar.
Sin embargo, nadie imaginó que tuviera un problema.
Cuando se convirtió en madre, la profesora de su hijo la citó para exponerle que el pequeño no seguía reglas en los juegos ni cuando tenía actividades grupales y que le costaba mucho trabajo mantenerse con calma.
A Verónica eso le recordó a su infancia. «Muchas cosas que le estaban pasando a mi hijo, yo recordaba haberlas padecido de pequeña», comparte.
La necesidad de saber qué pasaba con su hijo le orilló a llevar al pequeño con un psicólogo quien determinó que el niño, que estaba en la guardería, debía ser visto por un psiquiatra quien finalmente lo diagnosticó con TDAH.
El TDAH, de acuerdo con la psicóloga Patricia González de la farmacéutica Takeda México «es un trastorno neurobiológico, que tiene un fondo clínico, estructural y genético».
Esta condición, asegura, impacta en diferentes áreas de la vida, principalmente porque este trastorno está relacionado con la atención y con las emociones, debido a que ambos comparten en el cerebro los mismos neurotransmisores.
De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel mundial existe una prevalencia de este trastorno de 5 % en la población, en México, sin tener cifras precisas, se estima que al menos 1,5 millones niños y niñas menores de 14 años lo padecen.
Sin embargo, hasta el 50 % de los casos continuarán con síntomas hasta la edad adulta, debido a que muchas veces los pacientes no son diagnosticados.
González explica que los pacientes que no saben que tienen este trastorno son discriminados y estigmatizados como personas «problemáticas y olvidadizas», debido a sus conductas.
«En niños de edad escolar, por ejemplo, tiene un impacto en su comportamiento, en el aprendizaje, toman malas decisiones y tienen baja tolerancia a la frustración», detalla.
La especialista explica que estos niños son poco comprendidos, sufren cambios constantes de escuela, pierden cosas, les cuesta trabajo priorizar sus tareas y actividades, son distraídos y parecen no escuchar cuando les hablan, entre otras cosas.
Sin embargo, cuando un pequeño no es diagnosticado, a sus síntomas se le pueden sumar otras condiciones psiquiátricas como depresión, ansiedad y otros trastornos de conducta.
En la adolescencia, asegura la experta, son jóvenes muy impulsivos, y al tener la posibilidad de tomar sus propias decisiones pueden caer en errores como accidentes, embarazos y sufren baja autoestima debido al rechazo que padecen de niños.
«Además, tienen mayor riesgo de caer en adicciones y en actividades de delincuencia», afirma González.
Y todo esto se puede agudizar en la edad adulta, donde debido a su condición, las personas tienen problemas financieros de manera muy frecuente, se endeudan, tienen mayor riesgo de divorcio y de sufrir accidentes.
«Esto no es porque padezcan una sociopatía, sino porque están en una búsqueda constante de sus emociones», señala la especialista.
En el caso de Verónica, su TDAH le limitaba para poder conducir un coche, terminar una carrera o figurar en su trabajo.
El diagnóstico de esta enfermedad, se basa principalmente en los síntomas que presenta el paciente, en entrevistas y se aplican escalas.
«Tenemos nueve criterios de impulsividad e hiperactividad, si el niño cumple con 6 de ellos y el adulto con cinco, y estos persisten por más de seis meses, podemos pensar en un diagnóstico de TDAH», explica.
Ahí es donde debe empezar el tratamiento, donde la piedra angular es la medicación, aunque en general se requiere un trabajo multidisciplinario.
Verónica dice que, aunque para muchos la medicación es satanizada, en su caso eso le ayudó para obtener su título académico, para lograr conducir y tener un trabajo con un puesto de alta responsabilidad.
«Todo esto para mí hace años hubiera sido como una historia de ciencia ficción», concluye.