México, 29 nov (EFE).- Tras los primeros 12 meses del presidente Andrés Manuel López Obrador al frente del Gobierno de México, uno de los grandes pendientes es que los tres principales partidos opositores levanten la mano porque prácticamente han desaparecido de la escena política del país.
Ausentes, trastocados, sin agenda propia y sin liderazgos, los adversarios políticos al régimen actual, los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD), no han terminado de digerir la derrota en las urnas del 1 de julio de 2018.
«A un año del arribo de López Obrador al poder no vemos una oposición crítica, ordenada, consistente, coherente», dijo en entrevista con Efe Álvaro Arreola, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIS-UNAM).
«No acaban de entender que son oposición y que ser oposición es ser críticos al régimen y al Gobierno en turno», añadió.
Para Arreola, las fuerzas políticas están lejos «de hacer un recuento de lo que tienen o saber cuál es su fuerza electoral», mientras que de cara a los ciudadanos, estos «no puede entender cuál es su lucha o el adversario que construyen estas fuerzas políticas».
Para el especialista en elecciones lo que más destaca en la oposición mexicana «es la irracionalidad de estar en contra de todo por todo, simple y sencillamente porque no están favor y no quiere aprobar».
Dice que su tarea es «oponerse solo por oponerse y eso no trae simpatía» ante los ciudadanos y potenciales electores en ninguna parte del mundo.
«No tienen un plan alternativo», dice Arreola y cita como ejemplos temas de medioambiente, de transparencia y «mucho menos tienen una alternativa al principal problema del país que es la inseguridad y la violencia».
En este último tema recordó que se opusieron a la creación de la Guardia Nacional, cuerpo de seguridad integrado por Ejército, Marina y Policía Federal, pero «sin hacer una autocrítica de lo que ellos no hicieron o simple y sencillamente no hay una propuesta novedosa frente a lo que se está haciendo».
Para intentar una reacción, lo primero para esta fuerzas políticas «es hacer un reconocimiento de la fuerza electoral que tienen, saber con quién cuentan porque está muy claro que las bases sociales no las tienen».
Dijo que en el caso del PRI su fuerza «no es mínima ya que tienen todavía una serie de gubernaturas», pero algo que les es «muy difícil de aceptar es que no están acostumbrados a rendir cuentas».
Del PAN explicó que hace cuatro décadas sus bases estaban en la inconformidad de la clase media y contaba con la simpatía de una serie de corrientes empresariales que lo alimentaron y lo hicieron llegar a niveles muy altos de triunfo.
Pero ahora, el experto considera que las clases medias no están con el PAN y en los últimos dos años se ha ido diluyendo el apoyo de su base empresarial y ya no cuenta con la simpatía que tenía de ciertos grupos clericales, «entonces esa fuerza política va a ser muy difícil que pueda crecer sin esas bases».
Mientras que en el caso del PRD «se desmanteló y en el 2021 será el primero de los tres que va a perder el registro porque no tiene nada», es una organización, afirmó, que depende solo de subsidio económico que le proporciona tener registro legal, pero ya no tienen bases, ni militantes, ni las simpatías de ningún sector.
«Uno podría suponer después de la derrota del 2018 que esas tres fuerzas, que eran las más sólidas y significativas, ahora están en el desamparo».
Su falta de liderazgos, Arreola la atribuyó a que no han hecho una revisión de la cosas que están ocurriendo en la escena política y tampoco han llevado a cabo una revisión y una autocrítica de lo que desde 1989 construyó la alianza PRI-PAN y desde 2012 fue acompañada esa alianza por el PRD.
«Un buen paso de los tres partidos sería que reconocieran que se aliaron y una cosa que le haría bien es decirnos que coinciden y que van a formar una fuerza única, sería extraordinario».