México, 22 jun (EFE).- Una subasta de libros se celebra todos los sábados desde agosto de 2017 en la plaza de la Santa Veracruz, un lugar del Centro Histórico de la Ciudad de México que hasta no hace tanto se encontraba muy degradado.
«Este espacio era un punto rojo para la ciudad, ya que aquí se vendía droga. Pero, afortunadamente, lo pudimos recuperar. Ahora todos transitamos sin ningún problema», relata a Efe Víctor Manuel Téllez, librero y participante en la actividad.
Germán Camacho, uno de los impulsores de la iniciativa semanal, asegura a Efe que la Alcaldía Cuauhtémoc otorgó el permiso para la subasta sabatina como una manera de recuperar el espacio público del Centro Histórico.
A lo largo del día, por la plaza de la Santa Veracruz transitan entre 1.000 y 1.500 personas, que comienzan a reunirse a partir del mediodía, aunque las subastas comienzan a media tarde y se prolongan por un par de horas.
«Se puja por obras de todo tipo, desde obras nuevas a libros de segunda mano», describe Camacho.
Incluso, comenta, se han llegado a subastar primeras ediciones, entre otras algunas de la obra del premio nobel colombiano Gabriel García Márquez, proporcionadas por diversos libreros.
De hecho, filósofos, poetas y novelistas se encuentran entre los autores más buscados por el público. «Nietzsche, Gabriela Mistral o García Márquez son muy cotizados», aseguran los impulsores de la propuesta.
«En este lugar se subastan los libros desde cero pesos y se entregan en el instante», explica Camacho, aunque algunas ofertas han llevado las pujas hasta los 20.000 pesos mexicanos (unos 1.045 dólares) por colecciones completas.
Sin embargo, la facturación total que se puede alcanzar en un solo día es variable. «No tenemos una idea concreta, pero hemos llegado a contabilizar en algunas jornadas cerca de 100.000 pesos mexicanos (unos 5.225 dólares)», asegura Téllez.
En cualquier caso, durante las subastas también se pretenden dar a conocer temáticas o autores menos conocidos por el gran público. Entre ellas, la historia de México, la masonería o todo lo relacionado con Oriente.
«Hay mucha gente que está interesada en la literatura japonesa», pone de ejemplo Téllez, pero a veces es complicado de acceder «a esta temática».
De hecho, en la actualidad los impulsores de la actividad están buscando fondos para crear una editorial, con el fin de publicar libros que no son fáciles de conseguir en México.
Además, los organizadores de estas subastas realizan una «convivencia mensual», en la que se festeja la celebración más tradicional del momento.
Por ejemplo, en enero se comparte la rosca de reyes, mientras que en febrero se realiza alguna propuesta con motivo del Día del Amor y de la Amistad. Más tarde, para el Día de las Madres, trajeron mariachis a la plaza.
Incluso, durante el sábado más próximo al Día del Niño -que, en México, se conmemora a finales de abril- los más jóvenes participaron en las pujas.
«El dinero recaudado se destinó a la compra de libros para bibliotecas», indica Téllez.
En este sentido, los responsables de las subastas que tienen lugar en esta plaza pegada a la icónica Alameda Central, están creando bibliotecas en diversas partes del país. En la actualidad, están impulsando una en la prisión de Acapulco, en el estado de Guerrero.
Esta iniciativa se encuentra muy asentada y se ha desarrollado de forma regular todas las semanas desde hace casi dos años, aunque sus inicios fueron cibernéticos a través de un grupo de Facebook denominado «El Rincón de la Cháchara», creado el 1 de junio de 2017 por Germán Camacho y Abraham Saldívar.
Actualmente, este grupo sigue activo y cuenta con más de 40.000 miembros. De hecho, como la idea tuvo éxito, en agosto de 2017 su actividad también se trasladó a la plaza de la Santa Veracruz.
Así, «si tienes un libro en tu casa que ya has leído, en lugar de regalarlo a quien no lo va a leer, puedes meterlo en subasta y -seguramente- a alguien le va a interesar», subraya Camacho.
Uno de los subastadores presenciales es Juan José Trujillo González. «Realizamos entre 150 y 200 pujas a lo largo de dos horas», asegura a Efe.
Existe un reglamento para asegurar el buen funcionamiento de las pujas, que establece que el precio inicial ha de comenzar en cero pesos. La mencionada normativa también impide participar con libros pirateados, de distribución gratuita o que estén dañados por hongos.
Además, los directores de cada intervención han de intentar introducir elementos divertidos, con el fin de entretener al público. Pero, en este caso, cada responsable tiene su estilo. No hay normas establecidas.