Como premonitoriamente anticipamos ayer en estas líneas, otra vez ocurrió un hecho que viene a cimbrar a la sociedad de Aguascalientes. El lunes fue el crimen-suicidio de un padre y su hijo y ayer se quitó la vida un niño de 11 años.
¿Qué pasaría por la cabeza de ese muchachito? ¿Cuál era su entorno? ¿Por qué tomó tan drástica decisión cuando se supone que a esa edad sólo piensan en juegos y diversión, pero no en la muerte?
La verdad y sus razones se las llevó el menor a la tumba, sumiendo en la desesperación a su familia, principalmente a sus padres, quienes no supieron detectar a tiempo lo que pasaba por la cabeza del niño que creyó que la mejor opción era ya no vivir.
Lamentablemente no es el primer menor de edad que en los cinco meses que han transcurrido de este 2021 se ha quitado la vida, pues el 21 de abril se suicidó un adolescente de 17 años; otro de la misma edad se ahorcó el 3 de mayo; apenas dos días después una niña de 13 decidió ya no seguir viviendo, y ayer el niño de sólo 11 años también se quitó la existencia.
En hechos concretos, con el de ayer ya son 60 suicidios los que se han registrado en territorio de Aguascalientes en sólo cinco meses, y si así siguen las cosas, será uno de los años con más suicidios en su historia.
Algo se debe hacer, pero nadie sabe qué, pues aunque hay líneas de ayuda, atención psicológica gratuita y varios programas privados y gubernamentales para tratar de evitar los suicidios, nadie sabe cómo parar este ya considerado problema de salud pública.
Aunque dicen que la gente se mata por depresión, otros muchos factores, suponemos, orillan a la gente a tomar la drástica decisión: económicos, de adicciones, de amor y por supuesto los problemas mentales son las principales causas para que una persona decida ya no seguir adelante. Todo eso se entendería en cualquier persona pero, ¿un niño?
Y es lamentable que tantas familias de Aguascalientes vivan esta desgracia en sus hogares, pues ya nada vuelve a ser igual, y se corre el riesgo también de que otros miembros de ese núcleo repitan esas acciones por la desolación y el dolor que deja un hecho de esta naturaleza.
Abuelos, padres, madres, hijos, cualquiera puede suicidarse alegando miles de razones, aunque tal vez muchos de esos problemas que llevan a pensar en la muerte se magnifiquen en momentos de ofuscación, cuando realmente sí tienen solución, pero la persona que ya no quiere vivir no lo hará más, y no lo anuncia, simplemente lo hace.
Estas historias se seguirán contando, pues absolutamente nadie puede intervenir en la mente de la persona que decidió ya no seguir aquí, tal vez su capacidad ya no dio para más y no encuentra la salida a sus conflictos, lamentablemente.