CIUDAD DE MÉXICO, noviembre 12 (EL UNIVERSAL).-
Clint Eastwood es una leyenda de Hollywood cuya carrera cinematográfica siguió en ascenso incluso después de que pasaron sus «años dorados». ¿Es posible pensar en el Viejo Oeste sin imaginar el rostro de este actor? Desde sus inicios en la televisión hasta convertirse en una estrella de cine y un aclamado director, Eastwood tuvo 3 películas que marcaron el resto de su carrera.
«El bueno, el malo y el feo» (1966). Dirigida por Sergio Leone, esta película es un clásico indiscutible del género western que catapultó a Eastwood a la fama internacional. Interpretando al icónico «Hombre sin Nombre», el actor demostró un carisma y una presencia en pantalla que definirían su carrera.
La cinta no solo resaltó su habilidad para encarnar personajes rudos y sin escrúpulos, sino que mostró su talento para trabajar bajo la dirección de cineastas visionarios. La película, con su estilo distintivo y la inolvidable música de Ennio Morricone, se convirtió en un hito en la historia del cine y consolidó a Eastwood como una estrella de renombre mundial.
«Harry el Sucio» (1971). En «Harry el Sucio», Eastwood interpretó al inspector Harry Callahan, un personaje que se convertiría en uno de los más emblemáticos de su carrera. Esta película, co-dirigida por Don Siegel, marcó una evolución significativa en su trayectoria, al presentarlo en un rol más complejo y matizado. El personaje de Callahan, un policía duro y sin pelos en la lengua, resonó profundamente en la cultura pop y estableció a Eastwood como un actor capaz de llevar películas de gran éxito comercial y crítico.
«Los imperdonables» (1992). «Los imperdonables», una película que Clint Eastwood dirigió y protagonizó, representa un punto culminante en su carrera. En esta obra, Eastwood desafía las convenciones del western tradicional, ofreciendo una interpretación más oscura y reflexiva del género. Su actuación como William Munny, un pistolero retirado enfrentado a su pasado violento es profundamente conmovedora y compleja. Esta película le valió a Eastwood el Oscar a Mejor Director y Mejor Película, consolidando su estatus como un cineasta serio y respetado. «Los imperdonables» es una de tantas pruebas de su habilidad para evolucionar y reinventarse a lo largo de los años.