México, 1 oct (EFE).- Una tortillería en un barrio humilde del sur de Ciudad de México ha instalado una escuela provisional para que estudien los niños, un acto altruista que refleja los retos del país un mes después de comenzado el nuevo ciclo escolar a distancia.
Dalia Dávila, copropietaria de la tortillería La Abuela en la colonia Héroes de Padierna, cambió la masa y el maíz por libros y cuadernos el 24 de agosto, cuando más de 30 millones de estudiantes mexicanos iniciaron un histórico ciclo escolar llamado Aprende en Casa.
«Empecé a trabajar con ellos y nos dimos cuenta de que no solo era la televisión, sino que tenían que tener teléfonos inteligentes para tomar sus conferencias, a algunos niños les mandan material y necesitan la impresora, todo esto está siendo un gasto muy fuerte porque no hay trabajo», dice a Efe.
EDUCACIÓN EN CRISIS
México no tiene clases presenciales desde el 23 de marzo, cuando inició la llamada Jornada Nacional de Sana Distancia por la pandemia de COVID-19, que acumula casi 78.000 muertos y más de 740.000 casos en el país.
La Secretaría de Educación Pública (SEP) prometió que el programa Aprende en Casa, en el que participan seis cadenas de televisión públicas y privadas, cubriría al 98 % de los alumnos.
Aunque el 92,5 % de los hogares mexicanos tienen al menos un televisor, solo un 44,3 % dispone de computadora y el 56,4 % de conexión fija o móvil a internet, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
«Tenemos internet, pero es muy lento porque somos muchos, están mis hermanas con sus niños, mi sobrino mayor que trabaja y ocupa internet, entonces éramos muchos para estar todos en el internet, nos costaba mucho trabajo», cuenta María Luisa Moreno, con dos de sus cuatro hijos en la tortillería.
LECCIÓN DE DESIGUALDAD
Moreno se ha convertido en maestra de secundaria de sus dos hijos cuando ella solo terminó la educación primaria.
Por eso, agradece el esfuerzo de la tortillería para evitar que Marcos y Aidé se conviertan en uno de los más de 1,4 millones de estudiantes mexicanos que abandonarán la escuela por la pandemia, según estima el Programa Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD).
«Me gusta todo de tomar mis clases aquí porque puedo también hacer educación física», dice Aidé Joselin, quien tiene 13 años y cursa el segundo año de secundaria.
La tortillería empezó con una camioneta con cajas y una computadora, pero gracias a donadores y voluntarios ahora alquilan un local donde reciben tres psicólogas y profesores de matemáticas, física, química e inglés.
«Me ponen la televisión, y luego a las 10 me toca mi clase de inglés porque no sé hablar muy bien, y aquí me enseñaron a hablar inglés», afirma Aidé.
RETORNO INCIERTO
No habrá clases presenciales hasta que el semáforo epidemiológico marque el verde, de riesgo bajo, ha asegurado Esteban Moctezuma, titular de la SEP.
Por ahora solo el estado de Campeche, en el sureste, está en ese nivel de riesgo, aunque la Secretaría de Salud ha anticipado que en octubre la mitad de las 32 entidades tendría luz verde.
Pero Moreno aún teme por la salud de sus hijos.
«Me da miedo y con la experiencia que he vivido con mis hijos, la verdad es que creo que están mejor así porque Aidé subió mucho de calificaciones, pero creo que ya es necesario que regresen a jugar con sus compañeros, a convivir con más gente», expone.
Asimismo, la copropietaria de la tortillería La Abuela pide a las autoridades no volver a lo mismo de antes.
«Yo pensé que la brecha de la desigualdad económica y de aprendizaje iba a ser por la pandemia, pero no, ya hay una brecha impresionante, tenemos niños de secundaria que no saben escribir, no saben leer, no saben sumar ni multiplicar», expone Dávila.
Sin la certeza aún de un regreso presencial, la mujer espera que los niños del barrio se lleven una lección permanente.
«Estos niños están aprendiendo qué es el altruismo y el amor al prójimo, tenemos niños que dan clases de matemáticas porque ven que los voluntarios les damos clases, son los que van a cambiar nuestra colonia», expresa.