Desde hace muchos años no se había presentado un encontronazo en el que estuviera involucrada la Iglesia católica de nuestro país, pero ahora está en boca de todos porque su principal detractor es el Presidente de la República.
En uno de sus acostumbrados arrebatos, Andrés Manuel López Obrador de plano llamó hipócritas a los sacerdotes por sus legítimos reclamos por la violencia, lo que desató todo tipo de reacciones, pues lo hizo a nivel nacional, en su conferencia mañanera.
Esta nueva confrontación sucede a pocos días de la masacre en la Sierra Tarahumara, donde dos sacerdotes jesuitas fueron asesinados a tiros en su propio templo cuando trataban de proteger la vida de otro hombre que ingresó al recinto para escapar de un sicario.
En el funeral de los padres uno fue el reclamo: justicia, pero al Presidente parece no hacerle mella y en lugar de resolver uno de sus muchos pendientes, se dedica a minimizarlos.
Pero el mandatario fue a más y de plano no cree en las denuncias que hicieron el Cardenal de Guadalajara y el Obispo de Zacatecas sobre el cobro de piso que hacen los criminales en las fiestas patronales, y obvio, si no reconoce que hay un grave problema de inseguridad, no se abocará a acabarlo, como lo ha hecho durante la mitad de su sexenio.
Además, de paso otra vez dejó ver el pleito personal que tiene con uno de sus antecesores, Felipe Calderón, pues reclamó que los sacerdotes no protestaban durante su Gobierno, lo que confunde a la población, pues en un ratito se peleó con los sacerdotes y con el ex-mandatario.
Este episodio es nuevo en la historia reciente, pues tal vez ha habido una que otra diferencia entre el hombre en el poder y los hombres de la Iglesia, pero un problema tan fuerte tal vez no se veía desde el siglo pasado, cuando estalló la Guerra Cristera en 1926 y terminó tres años después con un baño de sangre, cuando el entonces presidente Plutarco Elías Calles hizo una modificación en el Código Penal que buscaba limitar la participación de la Iglesia en la vida pública, incrementando así el poder del Estado sobre la constitución de la Iglesia mexicana.
Ahora, esperemos, que no llegue la sangre al río, aunque preocupa que el actual jefe del Ejecutivo abra otro frente de batalla con la Iglesia de la religión que profesan casi 80 millones de mexicanos, según el censo del INEGI de 2020, que reveló que el 77.7% de la población mexicana se denomina católica.
Pero la respuesta la tuvo pronto, y vino precisamente del secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, que obviamente defendió al clero de las graves acusaciones e insultos y puntualizaron que nunca se han quedado callados ni han hecho a un lado su deber en sexenios anteriores.
La respuesta, creemos, no puede ser más que dura porque entonces sí quién sabe cómo les vaya, pues quien tiene el poder, actualmente, es López Obrador, por lo que tendieron puentes de diálogo para dirimir las diferencias.
Ahora viene la pregunta de si el Presidente aceptará recular y retirar sus ofensas, pues históricamente no ha sido así, por lo que durante un tiempo veremos cómo se desarrolla esta nueva confrontación, en momentos en los que precisamente se necesita de la unidad nacional por los graves problemas que aquejan a nuestra nación.